Capítulo 39 ☆

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¿Alguna vez has querido que la tierra se abra y les trague sin contemplaciones?

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¿Alguna vez has querido que la tierra se abra y les trague sin contemplaciones?

Pues ese es mi caso en este momento en donde tengo un palo de escoba en mis manos a punto de pegarle al tarúpido de mierda quien se a aparecido aquí en la puerta de mi casa un par de segundos después de que el parásito de Diego se largara.

Lo veo sorprendída al no imaginar ni por una milésima de segundos que quien tocaba la puerta era otra persona diferente a Diego y mucho menos que era Marcelo. Los colores se manifiestan es mi rostro de la vergüenza tan grande y en un acto desesperado escondo el palo de la escoba detrás de mí espalda, pero es un caso perdido, pues ya él me vió y tiene una sonrisa tan engreída en su rostro que en verdad me están dando ganas de golpearlo con el arma que tengo en las manos, es decir, el palo.

Trago grueso y cuando mi voz logra salir hablo.

— Ho, hola — logro decir con tartamudez y evidentemente confundida. — ¿Qué haces aquí?

El muy desgraciado que lo tiene todo muy agraciado, enarca una de sus rubias cejas y estoy segura que esta a punto de soltar una carcajada.

— Hola, Niñita — suelta divertido aun en la entrada y yo con mis manos hacia atrás ocultando innecesariamente el bendito palo que él ya vió — respondiendo tu pregunta, vine a verte ¿puedo pasar? Y por favor no ocultes el arma letal que tienes en la espalda, ya la vi y me da tranquilidad que no la uses en mi contra porque de ser así ya estaría herido.

Suelta todo esto sarcásticamente y aprieto los labios para no reír.

— Puedes pasar y no estés tan seguro de salir ileso — hablo mientras coloco el palo a mi izquierda y veo como se adentra al lugar. — Solo procura no hacerme enojar.

— Lo intentaré. — habla divertido y yo procedo a cerrar la puerta e ir a ubicar mis utensilios de limpieza en su lugar, ya me encargo luego del pasillo — no quiero hacer enojar a la niñita más endemoniada que he conocido en mi vida.

Levanto una de mis negras cejas en su dirección.

— ¿Y ha cuántas has conocido que son endemoniadas, aunque sea un poquito menos que yo? — hablo con altivez mientras me cruzo de brazos para parecer, aunque sea un poquito más intimidante.

— He conocido algunas que presumen serlo, pero ninguna como tú. — me guiña un ojo mientras sonríe.

Eso me hace sonreír inmediatamente, mis mejillas toman su color acostumbrado cada vez que tengo a este hombre cerca, en fin, es un efecto secundario que causa en mi, me deshago el amarre de mis brazos.

Se queda viéndome fijamente y traga grueso, debe estar arrepentido de venir y encontrarme en estas fachas, pero es como dice mi mamá:

"Qué te vea tal cual eres y si no le gusta que se tape los ojos" .

Mi PERDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora