≪•◦ ❈. Capítulo 83. ❈ ◦•≫

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Danna y los demás, subieron a la oficia satisfechos con los muebles que habían traído del extranjero

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Danna y los demás, subieron a la oficia satisfechos con los muebles que habían traído del extranjero.

No pudieron evitar preguntarse por Keily, pero dedujeron que había ido hasta la oficia.

—Es increíble el detalle tan espectacular que tiene el cuadro de
Intercambio, de Willem de Kooning, parece real — dijo, María, emocionada.

Danna, sonrió.

—Es real, María.

Ricardo, abrió los ojos en sorpresa.

—Maldición, ¿Y cuánto dinero es que tienen ustedes?

—No lo sé — manifestó, Danna, sonriendo —. Marcelo, lo compró para nuestra madre.

— Eso cuesta millones, amiga — dijo, Marcia.

—Se dice que nuestro jefe es multimillonario, pero ahora tiene los bienes intervenidos, ¿De dónde sacó para comprarlo?

—Recordemos que es un hombre que siempre ha estado en el mundo de los negocios, puede que haya hecho otro tipo de tratos.

—Creo que es mejor dejar de lado ese tema, mi hermano, es el único que sabe como hizo las cosas, así que no vale la pena desgastarnos pensando en cómo lo hizo.

—Tienes razón, Danna — habló, Ricardo.

—¿Quién iba a decir que eras hermana del jefe Sandoval? — dijo, una de ellas —. Si no hubiese sido Keily que lo dice, lo hubiera puesto en duda.

—Aunque no se puede negar el parecido imperante entre los dos hermanos — aportó, Ricardo.

—Nos parecemos a mamá.

Danna, caminó hacia la oficina de Keily y vio a Elena en ella.

—¡Oh! — exclamó, la rubia, con una sonrisa —. Pensé que Keily estaba aquí.

Elena, sonrió.

—No, cuando vine no había nadie, supuse que estaban todos en algo importante.

—Llegaron los muebles del proyecto Amanda.

—Eso es increíble, iré a verlos más tarde — manifestó, Elena con una sonrisa —. Ahora debemos revisar unos bocetos que necesitan para ya.

—¿Empezamos a revisarlos o esperamos a la cuñis?

—Debe estar por venir, empecemos nosotras.

Y así lo hicieron, iniciaron su trabajo mientras esperaban a una Keily, que nunca llegaba. Tanto Elena, como Danna, comenzaron a llamar a su celular, pero se había quedado en la oficina.

— Creo que es mejor que vayamos a buscarla — sugirió, Elena —. Es raro que no haya venido.

—Puede que este con Marcelo en su oficina y nosotras preocupándonos de más.

Mi PERDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora