☆~●•° Capítulo 75°•●~☆

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Me levanté temprano para ayudar a Martina con el desayuno, quería preparar algo delicioso para Marcelo

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Me levanté temprano para ayudar a Martina con el desayuno, quería preparar algo delicioso para Marcelo.

—No creas que por ser la señora de esta casa — comenzó, Martina, muy seria —. Vas a quitarme mis funcionen.

La miré, preocupada. No quiero que ella crea que voy a exigirle nada, nunca lo haría.

— ¿A qué te refieres? — Pregunté.

—Yo soy la que siempre prepara el desayuno y de comer a mi muchacho, no vas a quitarme mi puesto.

—Solo quise preparar algo delicioso para...

—¿Me estas queriendo decir que mi comida no es deliciosa? — Preguntó, indignada.

—¡No! — respondí, rápidamente —. No quise decir...

No sabía cómo explicarle, no quiero que Martina, malinterprete las cosas.

Solté un suspiro profundo y es cuando la escucho reír con fuerza.

La miré confundida.

—Eres muy tierna, mi niña — dijo, entre risas —. Estoy bromeando, puedes hacer lo que quieras aquí, esta es tu casa, recuerda que ahora eres la señora.

Sentí como mi cuerpo se relajaba. Mis mejillas estaban levemente sonrojadas ante sus últimas palabras.

—Me asustaste, nana — solté, más tranquila —. No vuelvas a hacer eso.

—Acostúmbrate, cariño, que esto va para largo — murmuró con una sonrisa —. Pero, hablando en serio, no tienes que levantarte de la cama tan temprano, yo puedo encargarme del desayuno, disfruta de esas horas en la mañana en camita.

Sonreí, sonrojada.

—Lo tomaré en cuenta, pero no siempre — respondí —. Me gusta mucho la cocina y preparar cualquier tipo de alimentos, así que te haré compañía de vez en cuando, si estás de acuerdo.

—Está bien, niña — murmuró con una sonrisa —. Ahora vamos a lo que vinimos.

Y así hicimos el desayuno, entre platicas. Unos minutos más tarde Thomas, entró a la cocina por su habitual café, reí muchísimo por las ocurrencias de estos dos, siempre están peleando.

Todo estaba listo en el comedor, unos minutos más tarde, lo vi descender de las escaleras arreglando los nudillos de su camina, era una vista digna de admirar.

Cuando nuestras miradas coincidieron una sonrisa se pintó en sus labios. Fui a su encuentro y, cuando no había distancia entre nosotros, rodeé su cuello con mis brazos, los suyos fueron a mi cintura, rosé nuestras narices y nos dimos un beso en los labios.

— Buenos días, mi amor — murmuré, luego de separar nuestros labios.

Él sonrió.

—Buenos días, mi vida — respondió él, pegándome más a él —. ¿Se puede saber por qué desperté y no encontré a mi esposa a mi lado?

Mi PERDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora