†5†

7.6K 578 433
                                    

— Interesante... —es lo único que se le ocurre a Hermione después de contarle lo que Harry ha descubierto.

Tener un don especial no me hace sentir especial. Al revés, me resuelve muchas dudas. De pequeña, yo adoraba a Pokémon, sobre todo a Pikachu, y un día lo encontré en mi cama. ¡Era real! Obvio, cuando se lo conté a mis padres, éstos me llevaron al psiquiatra, así que no creo que este don lo haya heredado de ellos.

Creo que éste es un buen dato, así que se lo cuento a los chicos, que atienden y escuchan pacientemente.

— ¿Alguna vez se fue? —pregunta Hermione con el entrecejo fruncido.

Ahora que lo pienso...

— Sí.

— ¿Cuándo? ¿Cómo?

— Pues cuando cumplí los diez años y ya estaba harta de él.

Ellos se miran.

— ¡Solo tienes que desear que nos vayamos! —exclama Hermione, orgullosa de sí misma.

— ¡Deseálo ya! Estoy harto de vivir entre muggles —replica Draco.

Lo miro de malas maneras. Ahora mismo, lo único que quiero hacer es arrancarle pelo a pelo ese bonito cabello. A veces sí creo que necesito un loquero...

— ¡No puedo! —digo en voz baja, pues temo que mis padres me escuchen.

— Hay que comprenderla —les dice Ron—. Yo tampoco me desharía tan pronto de lo que más me gusta. Que por cierto, si fuera tú, lo que yo haría aparecer serían un montón de ranas de chocolate y...

— Déjalo ya, Weasley —le corta fríamente Draco.

Hermione parece pensativa y distante, mientras que Harry se ha puesto a buscar de nuevo en el ordenador. Ron sigue comiendo, y Draco sigue en mi cama, mirándome.

Me siento en la silla y lanzo un suspiro de cansancio. No quiero que se vayan, porque me gusta tener compañía, pero a la vez no quiero que lo pasen mal estando en un mundo que no les pertenece. Es cruel.

Me pierdo en mis pensamientos. Conque soy La Llave de los Dos Mundos... Pero, ¿por qué yo? ¿Por qué siempre tengo que ser la diferente?

Abrazo mis rodillas y dejo que pase el tiempo.

— ¡Tengo algo! —exclama Harry tras un rato en silencio y captando la atención de todos— "La Llave de los Dos Mundos es más conocida como Portal. La persona que tiene éste don, que suele ser menos de un 1% de la población mundial, tiene el privilegio de trasladarse o trasladar. Es decir, esa persona puede ir al mundo deseado, o hacer que ese mundo vaya a ella"—Harry hace una pausa para mirarnos. Como no sabemos qué decir, sigue— "Normalmente, este don es adjudicado a una persona al azar, ya sea por sus razones físicas o síquicas. No tiene nada que ver con la genética, la enfermedad o cualquier derivado de éstos. Simplemente, el Señor Divino, escoge a esa persona". ¿El Señor Divino? ¿Quién será?

— ¿Dios? —pregunta socarronamente Draco.

— Puede ser —afirma Hermione, todavía mirando algún punto de la habitación—. El Señor Divino... Dios todopoderoso... —levanta la cabeza y me mira— ¿Eres creyente?

Niego con la cabeza.

— Soy más atea que una mosca.

Hermione se muerde el labio inferior y nos vuelve a abandonar para irse con sus pensamientos.

Ron se acerca a Harry y se concentra en lo que él y el otro intentan descubrir.

Y Draco me mira a mí.

— ¿Qué quieres? —le pregunto, en voz baja.

— Nada —responde con una sonrisa de medio lado.

Entonces, bajo el traje, veo la punta de su varita, que se asoma.

— ¿Podéis hacer magia aquí? —me emociono.

— No. Lo intentamos nada más llegar. Pero en este mundo de muggles la varita solo sirve para rasarte el culo —y se encoge de hombros.

Como no hemos descubierto nada más (aunque por un día ha estado bastante bien lo que hemos descubierto), decidimos irnos a la cama. Ron, el muy testarudo, ha decidido irse a la cama de mi hermano, que está en la habitación de enfrente y dejarme a solas con Draco otra vez. Para mi mala suerte, el otro día me olvidé de que esa habitación existía y que mi hermano ya no la ocupa desde hace un año, cuando se fue a estudiar al extranjero.

Como ya hay dos camas en mi habitación, por fin puedo dormir sola. Draco se ha sacado la cama de abajo y ahora está tumbado en ella, con las manos bajo la cabeza. Harry y Hermione están en los sofás, como la otra noche.

Me giro hacia la pared con la esperanza de dormir, cuando Draco habla:

— ¿Estás despierta, Sheeran?

— Ajá —gruño.

Entonces noto algo a mi lado: Draco. Se ha tumbado aquí, en mi cama, ¡conmigo! ¿Es que no puede disfrutar de una cama para él solo?

— Será mejor que te vayas a tu cama —le advierto en un susurro mientras miro la pared.

Él coloca una mano sobre mi cintura y empieza a ascender. Dios. Que pare. Que pare.

— Malfoy...

— Me pone mucho que me llames así, Sheeran.

— Draco. Draco. Draco. Draco.

Él se ríe y sigue ascendiendo la mano. Mi vello de la nuca se eriza y mis hormonas revolotean, divertidas.

— Para —digo, girando mi cuerpo hacia él.

En un rápido movimiento, como cuando Hermione coge un libro, Draco se pone encima de mí.

Esto está muy mal. Ni si quiera sé si es real o no. Pero si no fuera real, no podría tocarlo.

Draco se inclina y me besa, primero en los labios, luego en el cuello y finalmente en el lóbulo de la oreja, haciéndome estremecer.

Me muevo un poco para intentar escapar de sus brazos, pero él atrapa mis muñecas y las aparta lo más lejos que puede de mi cabeza, saca una corbata (ni me preguntes qué hacía ahí) de sus calzoncillos y ata una de mis muñecas al cabezal de la cama.

— Con la otra mano libre, quiero que me acaricies el pelo. Porque escúchame bien: esta noche serás mía —susurra en mi oreja.

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora