†99†

2.3K 153 62
                                        


Llevo como una semana o así trabajando para mi prima. La cosa no es solo estresante, sino también desesperativa. No entiendo cómo lo ha conseguido mi prima todos estos días, pero lo ha hecho. Y sin mi ayuda. Por eso no me voy a ir, porque sé que me necesita.

En cuanto a Eddie... Tengo ganas de matarlo. El otro día, sin más, me dijo que se iba a casar con Lavender.

— Me caso con Lavender —me dijo mientras comíamos y él veía la tele. Me quedé con la boca abierta— No sé cuándo, pero ya me ha pedido en matrimonio.

— ¿No es al revés? —pregunté, confusa.

Se encogió de hombros y rió.

— Estamos a finales del siglo XX, la sociedad ha avanzado mucho...

— Ajá —dije, no muy convencida—. ¿Ella está embarazada?

Eso provocó un estallido de tos de mi hermano.

— ¿Cómo lo sabes? —preguntó cuando se había recuperado.

— ¡¿ESTÁ EMBARAZADA?! —chillé.

Edward se encogió en el sitio y me miró con ojitos de cordero.

— ¡EDWARD SAMUEL SHEERAN BOOTH! ¿CÓMO SE TE OCURRE? ¡ERES UN MUGGLE, POR DIOS, CONOCES LOS PUTOS CONDONES!

— Es que quería hacerlo romántico...

Cogí mi plato de macarrones y se lo lancé a la cabeza, enfadada.

— HACERLO. ROMÁNTICO. DICE.... —y empecé a darle puñetazos.

Sí, voy a tener un sobrinito. La idea no me agrada mucho, pero...

Ah, Erika batió su récord de pizzas por semana esta semana, ¡se ha comido once! Y no ha engordado ni un solo gramo. No sé dónde lo mete, pero que de verdad Doraemon le ha tenido que dar algo, porque no es mi medio normal.

Como todos los días, hoy vengo de hacer una dura jornada en Julia's Secret. Lo que odio de ese trabajo, aparte del estrés y todo lo demás, es a las brujas pijas y todo eso. Vamos a ver, ¡yo no sabía que existían! Me viene una el otro día y me dice:

— ¡Ay, o sea! ¿Me puede cobrar este vestido súper fashion?

Y yo en plan:

— Mete tu cabeza en un retrete y luego me cuentas, ¿vale, narizoperada?

Pero, obviamente no le dije nada. Le dediqué una de mis falsas sonrisas que más agradan y le cobré. Incluso le cobré un poco más porque me había caído, de entrada, fatal.

Cuando llego a casa, me encanta enontrarme con Draco en el sillón, dedicándome su sonrisa de medio lado que más me cautiva. Le sonrío ampliamente y le doy un abrazo. Él me estrecha fuertemente y después de unos segundos, una mano en mi hombro hace que me separe de él.

Me giro de mala leche y me encuentro a mi hermano.

— Aquí, folleteos los justos —me dice con una sonrisa petulante.

Cómo me gustaría borrársela con un puñetazo.

— ¿Has preparado la cena? —le pregunto con tono triunfal—. Según el horario, te toca a ti hacerlo —y señalo al horario que hay en la cocina.

A mi hermano se le borra la sonrisa y Draco ríe.

El horario, como siempre, fue idea de mi hermano. Él quería que todos hiciéramos el trabajo por partes iguales, así que nos obligó a hacer un maldito horario que, él, no cumple.

Mi hermano bufa como un gato y se cruza de brazos, adoptando una postura orgullosa.

— Pues claro que la he hecho.

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora