†80†

2.8K 207 32
                                    

Nos levantamos de la cama y me meto en mi cuarto de baño para darme una ducha. Mi prima y George bajan abajo, pero Draco se queda para limpiar lo del desayuno.

Ya estoy desnuda cuando oigo que la puerta del baño se abre.

Me giro rápidamente y me encuentro a Draco con una sonrisa de medio lado.

Abro los ojos, asustada, y me lanzo a por la cortina de la bañera, esa verde con serpientes. Oigo cómo se ríe Draco y eso hace que me enfurezca más. Tal vez este chico no entiende el concepto de "ex".

Me giro y lo fulmino con la mirada.

— Sal. Ya.

Draco se seca alguna lágrima de la risa.

— ¿No nos podemos bañar juntos? —pregunta mientras pone ojos de cordero.

— No, Draco, no podemos. No eres mi novio y no quiero que me veas desnuda.

— No te avergüences de tu cuerpo.

— No lo hago. Y ahora, sal. Me voy a bañar y no quiero que me observes.

Él se da media vuelta antes de asentir con la cabeza pero, justo bajo el umbral de la puerta, da un paso hacia atrás y cierra con pestillo (cosa que, entre magos, de poco sirve).

Se vuelve hacia mí y, mientras sonríe de medio lado y mantiene su mirada fija en mis ojos verdes, se desnuda. Abro la boca para decir algo pero no lo consigo. Cierto es que me encanta su cuerpo, así que no puedo evitar observarlo.

Pero, si sigo así, jamás voy a hacer que llegue a arrepentirse de verdad por lo que me hizo pasar. No le quiero perdonar así, sin más. Quiero hacerle sufrir, y mucho. Así que si ahora me muestro vulnerable y le dejo ducharse conmigo, está claro que se va a pensar lo que no es.

Cojo aire y, aunque no quiera, gruño:

— ¡Fuera de aquí, ya!

Él levanta la cabeza, sorprendido, antes de quitarse los calzoncillos y frunce el entrecejo.

— ¿No quieres que nos duchemos juntos? —pregunta con una falsa voz de inocente.

Me lo quedo mirando de arriba a abajo y siento eso que me es tan familiar: deseo.

Le deseo.

Pero peimero que sufra.

— No. Ahora, vístete y lárgate.

Draco bufa y maldice por lo bajo, pero me hace caso y empieza a vestirse. Hum. Qué sexy...

Cuando ya está vestido, me mira y encara una ceja.

— ¿Segura que no quieres ducharte conmigo? Todavía estás a tiempo —dice, y sonríe como solo él sabe.

— Estoy segura de que no me quiero duchar contigo, gracias —replico.

Imbécil. Cualquiera se resiste a él.

¡Pues claro que me quiero duchar con él! Pero ahora no es el momento.

— Vale, vale —dice rápidamente—. Como quieras —se acerca a mí y pega sus labios en mi oreja y susurra—: Pero entonces no podré enjabonarte, besarte, lamerte, morderte...

Eso suena tan delicioso...

Pero pongo mis manos en su pecho y lo aparto.

Mierda.

¡Se ha caído la cortina y ahora estoy desnuda ante él!

La cojo rápidamente del suelo y me tapó de nuevo. Él se ríe y me da un beso en los labios. No digo nada ante eso, porque en realidad me ha gustado, y mucho.

— Como quieras. Te esperamos bajo, huroncita.

Y se marcha por la puerta sin saber que me ha dejado... caliente.

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora