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— ¿Me... me has leído el pensamiento? —pregunto, nerviosa.

— Tal vez —responde con una estúpida sonrisa.

— Draco, dime la verdad —le pido. El labio inferior me tiembla ligeramente.

— Sí —responde a regañadientes.

Aprieto mis puños, enfadada. Y sin poder conrenerlo, le cruzo la cara con la mano abierta.

— ¡Pues no vuelvas a hacerlo! —le chillo bajo la atenta mirada de todos.

— ¡Pues aprende Oclumancia! —replica el rubio mientras se lleva una mano a la mejilla recién golpeada.

Paso de contestar una barbaridad. Me callo y me doy la vuelta para encontrarme con Blaise, quien tiene la boca abierta de la sorpresa

— ¿Qué? —gruño—. Se lo merecía...

Blaise y Silvia asienten con la cabeza y sonríen a modo de aprobación.

— ¿Alguien lo ha grabado? —pregunta George entre risas.

— Porque nos encantaría verlo de nuevo —añade Fred doblado de la risa.

— Cerrad la boca, Weasley —gruñe Draco.

— ¡Eh, que ellos no han hecho nada! —exclama Maddeline.

— Creo que deberíamos dejarlo estar —propone Harry.

— ¡Oh, san Potter! —gruñe Draco y se gira para mirarle a los ojos—. Te tenías que meter también en esto. ¿No tenías suficiente con toda la saga de protagonista?

— Harry no te ha hecho nada —suelta Ginny, enfadada.

— Cállate, comadreja —escupe Draco con una mueca de asco. Entonces se gira y me mira a los ojos. Intenta acercarse a mí, pero me aparto. Agacha la cabeza y dice—: Como quieras. Cuando estés preparada te invito a venir a mi casa.

— ¿Para que me eches otra vez? —replico.

— ¿Por qué eres tan dura conmigo? —susurra Draco con mucha tristeza.

Ahora, que sea fingida ya no lo sé.

— Porque te lo mereces, Draco.

— No me lo merezco, y en el fondo lo sabes.

— Disfruta de la fiesta —es lo único que se me ocurre decir antes de salir al pasillo.

Iba a subir las escaleras cuando de prono, en el vestíbulo, aparece una figura que me deja con la boca abierta.

— ¿Lavender?

La chica asiente, entusiasmada.

— ¡Hola! Me han chivado que hay una fiesta de viejos alumnos de Hogwarts y he venido.

— Ah... —digo—. Pues qué bien —añado sin mucho entusiasmo

— Y faltan por venir más: Seamus, Dean, Cormac...

— ¿Eres una mujer lobo? —pregunto con ceño.

Eso la hace sonrojar.

— ¿Cómo te atreves a llamarme así? —gruñe.

— ¡Fenrir Greyback te mordió!

— Ya, bueno. Supongo que... Sí. Lo admito. Soy una mujer lobo.

Sonrío.

— Y... ¿duele?

— Solo los días de luna llena —responde encogiéndose de hombros.

Iba a preguntarle una tontería más cuando, de pronto, la casa se ha empezado a llenar de gente.

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora