†26†

4.3K 374 51
                                    

— ¡Mierda! ¡Joder!

Oigo que gruñe alguien. Me encuentro en la cama tras quedarme dormida anoche, mientras sollozaba. Me obligo a abrir los ojos y me encuentro a Draco apoyado en la ventana, con los puños apretados, jadeando y con la respiración agitada.

— Draco... —susurro con la voz ronca. Toso un poco para aclararmela y él me mira. Tiene la mandíbula apretada y un gesto amenazador. Pero lo ignoro—. Draco —repito.

Ésta vez, Draco parece ablandarse un poco y se acerca a mí para juntar sus labios con los míos. Cuando se aparta, me siento en la cama y él me imita, pasando un brazo por mi cintura. Me pega más a él y apoya su cabeza en mi hombro.

— He fallado —susurra.

Quiero decirle que ya lo sé. Pero temo que se enfade por no contarle nada. Le acaricio su pelo rubio platinado, más suave que la seda, y le beso en la coronilla, oliendo su aroma. Mm. Huele muy bien.

— No pasa nada —le consuelo.

— Sí que pasa —dice, y se aparta un poco de mí para mirarme fijamente a los ojos. Los tiene inyectados en sangre. Están hinchados y todavía le quedan lágrimas. Se nota que ha llorado—. Tenía que matar yo a Dumbledore.

Él sabía que yo conocía su situación: que iba a matar a Dumbledore. Lo que no sabía es que iba a fracasar. Que Snape iba a hacerlo por él. No porque quiera ser mejor que Draco, sino porque Dumbledore se lo pidió.

— Y ese... ese... indecente se me ha adelantado —gruñe Draco.

— No te lo tomes tan mal, por favor —le suplico.

Parece que eso le relaja y pone la cabeza en mi cuello, haciéndome cosquillas con su respiración.

— Te he echado de menos —dice, y noto su sonrisa.

— Y yo —también sonrío.

Él levanta la cabeza y se pone serio.

— ¿Lo dices de verdad?

Asiento con la cabeza y le doy un beso.

———————

Me quito el pijama y me pongo unos vaqueros, una camisa de tirantes blanca y unas deportivas bajo la atenta mirada de Draco, que sonríe de medio lado.

Es un poco cutre lo que llevo puesto, pero creo que para bajar a desayunar bastará. Draco pone una mano en mi espalda y me conduce hasta el comedor, donde Narcissa nos espera con una sonrisa radiante.

En la mesa hay tres platos con cereales, zumos, leche, magdalenas, galletas, barritas energéticas...

Me reclamo el labio solo de pensar que uno de los platos es para mí. Draco me mira de reojo y sonríe malévolamente.

Me siento y empiezo a desayunar mientras Narcissa habla con su hijo. Sacan a relucir el tema de anoche, de cuando Snape se interpuso. Yo intento no meterme en la conversación, así que para cuando acabo de desayunar, espero pacientemente.

La comida me ha dado para pensar. He tomado una decisión y quiero decírselo a Draco, pero en privado.

Cuando ellos terminan, Narcissa le da un beso a Draco y me sonríe antes de irse. Cojo la mano de draco por encima de la mesa y enseguida descubre que algo ocurre.

— ¿Qué pasa? —me pregunta, preocupado.

— ¿Podemos hablar en tu habitación? Ahora.

Él asiente a modo de respuesta y así, con las manos entrelazadas, volvemos a su habitación. Cuando entramos, Draco cierra la puerta detrás de él y me mira seriamente.

— ¿Y bien?

Me acerco a él y paso mis brazos por su cuello.

— ¿Me quieres? —pregunto.

Él frunce el entrecejo.

— Sí —dice entrecerrando los ojos—. ¿A qué viene eso?

Evito su pregunta y susurro:

— Yo también te quiero.

— ¿Qué ocurre?

— ¿Sabrás esperar? —le pregunto mientras me muerdo el labio inferior.

— ¿Qué ocurre, Dana? —pregunta cada vez más nervioso. No me atrevo a contestar—. ¿Qué coño ocurre?

Se aparta de mí y me mira casi con furia.

Y es entonces cuando sé lo que tengo que hacer. Le doy un último beso y vuelvo a mi mundo.

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora