†55†

3.3K 258 10
                                        

Miro a Pansy con cara de asco y ella me devuelve la misma mirada. Me levanto del sofá, y muy seria, digo:

— Creo que es mejor que me vaya.

— Será mejor que sí, antes de que te lance un obliviate otra vez —gruñe Pansy con una sonrisa de medio lado.

— Eres una zorra —sonrío de medio lado como ella y me desaparezco.

Cuando me reaparezco en casa, veo que ya está todo limpio y se han ido todos menos Julia y Cormac. Los dos están en la cocina con una copa de vino, pero los ignoro y subo al segundo piso. Ahora lo que quiero es estar sola.

Me meto en la habitación y me lanzo sobre la cama, me quedo boca abajo y del cansancio de la fiesta y de todo lo que me ha pasado, me acabo durmiendo.

No sé qué hora es, pero me despierto y lo primero que noto es un peso sobre mi cintura. Aunque estoy acostumbrada a que me pasen este tipo de cosas, frunzo el entrecejo y me giro. Tampoco me sorprende ver a Cormac con la boca entreabierta y durmiendo como un ángel. Aun así, está precioso. Le acaricio la cara y se mueve un poco, pero no se despierta. Sonriendo, me levanto de la cama lo más despacio posible para no despertarle y salgo de la habitación.

En la sala de estar me encuentro a Julia tirada en el sofá y con una postura un poco rara viendo un canal de moda. Ruedo los ojos y sonrío: esta chica no va a cambiar nunca. Cuando me giro, casi me da un infarto.

— ¿Qué haces aquí, George? —susurro, con los latidos de mi corazón a mil por hora.

Él se ríe.

— He venido porque quiero llevar a Julia a un sitio.

— ¿Qué sitio? —pregunto con una amenazante voz que me preocupa, pues me recuerda a mi madre.

— ¡No te importa! —replica—. Vamos, tengo que despertarla. Seguro que le gustará.

— Lo que no le gustará es que la veas como está ahora. Así que márchate y ya la envío yo después a Sortilegios Weasley, que seguro que está el pobre de tu hermano trabajando solo.

Él niega con la cabeza.

— Tenemos ayudantes. Pero vale, envíamela.

Espero que Julia no esté escuchando, porque parece que estemos hablando de una mercancía.

George se desaparece cuando se despide de mí y me giro para despertar a Julia. A la chica le cuesta mucho abrir los ojos, pero cuando lo consigo, aplaudo.

— ¿Qué quieres a estas horas de la mañana? —gruñe.

Miro mi reloj muggle de muñeca.

— ¡Pero si son las doce! —replico.

Ya me extrañaba a mí que un Weasley madrugara.

— ¿Y qué? Mi body necesita dormir —dice, y se pone de lado para intentar dormir de nuevo.

— Pero, ¡que ha venido George a buscarte! —exclamo y, de la sorpresa, o a saber de qué, Julia se cae al suelo.

— ¿Para qué viene a buscarme? ¿No ha visto cómo estoy por las mañanas o qué?

— ¿Gruñona y mal vestida? —pregunto con una sonrisa de medio lado y, sarcásticamente, añado—: Tampoco es para tanto.

Julia me maldice por lo bajo y se marcha escaleras a arriba, supongo que para arreglarse.

Voy a la cocina y empiezo a hacerme el almuerzo. Sé que es un poco tarde, pero tengo hambre. Me hago unas tostadas porque tampoco quiero pasarme y, cuando termino de comerlo todo, con la ayuda de mi varita pongo el plato en la pila y se empieza a lavar solo.

Me pongo a ver la tele, el programa ese que estaba viendo mi prima, y poco después baja Julia por las escaleras. Se pone enfrente de mí, seria.

— ¿Cómo voy?

La examino de arriba abajo y veo que va como una estupenda bruja ricachona.

— Genial —digo con una sonrisa y los pulgares hacia arriba.

— ¿Dónde tengo que aparecer? —pregunta frunciendo el entrecejo.

— Sortilegios Weasley.

Ella asiente con la cabeza y se desaparece.

Pongo mi cabeza en el sofá cuando, de pronto, oigo un ruido de platos rotos. Me levanto del sofá y, de lejos, oigo una voz familiar que exclama:

— Joder, ¡tenía que aparecerme justo aquí!

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora