†54†

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— Vaya, has venido —dice Draco, y rápidamente mira con los ojos entrecerrados a Cormac—... y traes... compañía.

Cormac se aparta de mí y me coge de la mano, para después mirar a Draco.

— ¿Sois novios? —pregunta, con chulería, Draco.

— No —respondo, tajante—. Solo me acompaña para hablar contigo.

— ¿Tanto miedo me tienes? —gruñe.

— Nadie te tiene miedo, Malfoy —dice Cormac, seguro de sí mismo—. Y ahora, por favor, contesta a lo que te tenga que preguntar Dana.

— ¿Y si no quiero? —replica el rubio de ojos grises mientras nos mira a Cormac y a mí alternativamente.

— Por favor —susurro casi sin darme cuenta.

Entonces, por increíble que sea, parece que Draco se ablanda y asiente.

— Muy bien —dice mirando hacia Cormac—. Pero ella y yo solos.

— Ni hablar —suelta Cormac, apretando más mi mano.

Entonces le miro y pongo ojitos de cordero.

— Por favor —le suplico.

Cormac suelta el aire que hace tiempo estaba reteniendo.

— Vale. Pero avísame si ocurre algo.

— ¡Ni que la fuera a violar! —gruñe Draco por lo bajo, aunque le escuchamos a la perfección.

— Por si acaso —dice Cormac, y se vulve hacia mí y me da un beso.

Antes de desaparecer, mira a Draco, quien ahora tiene las manos en puños.

Cuando Cormac desaparece, me giro hacia Draco. Éste tiene una expresión de enfado todavía mirando hacia donde, hasta hace un momento, estaba Cormac. Me acerco a él poniendo los ojos en blanco.

— ¿Me invitas a pasar o hablamos aquí fuera?

— Pasa, por favor —me dice, haciendo un gesto con una mano y abriendo la puerta con la otra.

Paso y me encuentro con el vestíbulo. Me quedo quieta porque no sé adónde ir. Tampoco sé qué hacer ni qué le voy a preguntar a Draco, pero de una cosa estoy segura: él sabe algo.

Dejo que me guíe por la casa, pues todavía no la conozco muy bien, hasta que llegamos a la sala de estar, la misma en donde la otra vez me llamó monstruo.

Espera. ¿Yo he estado aquí antes? Sí... Pero, ¿por qué sólo recuerdo que lo he pasado mal? Es decir, los pocos recuerdos que tengo en esta casa, son todos malos. Y por eso mismo no puedo evitar sentirme agobiada. Quiero salir de aquí cuanto antes, pero no me puedo ir sin una respuesta.

Me siento en un sofá y él se sienta en un sillón. Colocan sus codos en sus rodillas y apoya su cara en sus manos, me observa atentamente y yo, simplemente, me cruzo de piernas.

— ¿Qué? —pregunta tras unos segundos incómodos.

— Yo... Esto... ¿Tú sabes... algo... de lo que me pasa? —¿por qué habré escogido este momento para ponerme nerviosa? ¿Y delante de Draco? Es un imbécil, no me puedo mostrar débil.

— Pansy te lanzó un obliviate. Eso es todo.

Sacudo la cabeza. Eso no es lo que quería oír.

— Hay algo más —digo frunciendo el entrecejo.

— No.

— Sí.

— Te prometo que no.

— Draco, ¿por qué no me lo quieres decir? Siento un vacío enorme dentro de mí. Sé que me ocurre algo más. Que he olvidado algo... importante.

Él aparta la mirada de la mía y se mira los pies.

— No. Tranquila.

Frunzo el entrecejo.

— No me mientas, sé que hay algo más.

— Yo... —empieza a decir, pero de pronto, por la puerta, entra Pansy, cubierta solo con una sábana de seda.

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora