†32†

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No sé qué decir cuando veo la expresión neutra de Draco, así que aquí me quedo, todavía en el jardín y sin decir nada. Me muerdo el labio inferior.

— Será mejor que te vayas, madre —pide Draco amablemente.

Narcissa asiente y se marcha a saber Merlín dónde. Draco y yo nos miramos a los ojos.

— ¿Qué quieres? —me pregunta con dureza.

Los ojos empiezan a escocerme y sé que si sigue hablándome así, acabaré llorando. Y no quiero, porque no quiero que me vea débil. Quiero decirle todo lo que siento de una vez por todas y acabar con la agonía que me oprime.

— Yo... yo... —no sé qué decir.

Con todo lo que tenía pensado, con todo lo que había planeado... Y ahora voy y me quedo callada. Bueno, peor, tartamudeando.

— Si has venido a darme un beso para luego irte, acaba pronto —gruñe.

Me obligo a apartar la mirada y a parpadear para no llorar. No me gusta cómo me está tratando, pero sé que me lo merezco.

— No he venido a hacer eso —susurro. Entonces lo miro a los ojos—. He venido a decirte que lo siento.

— ¿Que lo sientes, Sheeran? —su tono de voz es de pura furia—. ¡Te fuiste cuando más te necesitaba, joder! ¿Es que no lo comprendes? Acababa de pasar por una situación traumática, mi familia en peligro, tú en peligro y entonces, en medio de un beso, ¡te vas! ¿Sabes cómo me quedé? Oh, claro. No lo sabes porque no me vistes. Pues te doy una pista: ¡quedé horrizado! Y, después, fatal. No podía con mi alma. Me habías cambiado a bien para después dejarme de nuevo en la oscuridad... —esto último lo dice en apenas un susurro.

Me entran ganas de abrazarle, pero me contengo. No quiero que la cosa empeore.

— Quiero que te vayas —me pide Draco sin mirarme a los ojos.

Se me cae el alma a los pies.

— ¿Lo dices enserio? —pregunto, medio esperanzada a que me diga que no medio con miedo a que responda que sí.

— Sí, Sheeran, va enserio. Por favor, márchate y no vuelvas —su mirada sigue clavada en el suelo, pero no por eso me duelen menos sus palabras.

Dejo caer mis lágrimas y me doy la vuelta. Quiere que me vaya, así que me iré. No quiero estropear nada.

Pero, ¿qué más da? Es ahora o nunca. Así que me doy la vuelta y me acerco a Draco. Él parece confundido y yo, debo de tener una cara de sorpresa. Porque claro, esto yo tampoco me lo esperaba: me acerco al rubio y pego mis labios con los suyos.

Cuando los separo, me encuentro con que Draco ha cerrado los ojos. ¿Eso es buena señal? Espero a que los abra mientras contengo la respiración y me muerdo la lengua para no pifiarla.

Cuando abre los ojos, esos preciosos de color plateado, me mira con incertidumbre. Normal, yo también lo haría.

— ¿Qué... acabas de... hacer? —balbucea.

— Suelen llamarlo beso —digo con una sonrisa nerviosa.

Él pone los ojos en blanco.

— Vete —gruñe—. Que sepas que no me ha gustado. Nada. ¡Vete! —casi me está chillando.

No, me ha chillado. Lo que pasa es que mi cerebro no quiere admitirlo.

Asiento con la cabeza y, mientras sollozo, me largo de la puerta de la Mansión Malfoy. Cuando he salido del jardín, es cuando me desaparezco para reaparecer en La Madriguera. Creo que me hará falta un poco de ayuda.

Me seco las lágrimas y espero a que se pase un poco de la hinchazón de los ojos antes de caminar hacia la puerta de la casa.

Toco un par de veces a la puerta y Ron es el que me abre. Debo tener el aspecto normal otra vez, porque me da un abrazo como si nada pasara y me invita a entrar. Nos sentamos en el comedor junto con el resto.

— Querida, ¿tienes pensado algún sitio donde quedarte? —me pregunta Molly con un increíble tono maternal.

— No —respondo sinceramente. ¿Dónde me voy a quedar? Aquí no tengo a nadie.

— Puedes quedarte con nosotros. Por cierto, querida —dice Molly, curiosa—, ¿qué edad tienes?

Me paro a pensar. ¿Y eso qué viene ahora?

— Supongo que diecisiete en este mundo.

Molly y Arthur se miran para después sonreír. ¿Qué me estoy perdiendo?

— ¡Eso es genial! —exclama Arthur.

— Huy, sí, eres mayor de edad. ¡Qué divertido! —exclama con sorna Fred mientras pone los ojos en blanco—. Que si búscate un piso, que si paga los facturas, que si toma tus propias decisiones, que si...

— ¡Calla, Fred! —le reprende su madre.

— Lo que queremos decirte —añade Arthur—, es que tenemos que contarte una cosa importante.

Frunzo el entrecejo y abro la boca para decir algo, pero la cierro enseguida.

— ¿No vas a preguntar qué es? —me interroga Hermione.

Me encojo de hombros como diciendo "que empiecen a hablar".

— Pues, verás... —dice Molly—. ¡Tienes tu propia casa! ¡La casa de los Sheeran!

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora