†61†

3.1K 216 10
                                        

Cinco días para la boda, cinco días para la boda, cinco días para la boda...

Argh. ¿Por qué a mí? ¿Por qué todo me tiene que pasar a mí? ¿No podía ser una niña normal y corriente sin poderes ni esas mierdas? Admito que ser bruja es lo mejor que me ha pasado, pero ¿por qué en el mundo de HP? ¿Con Draco?

Dios. Merlín, ¿por qué he tenido que ser yo la elegida para que te diviertas? No tiene ninguna gracia.

Me levanto de la cama y piso el suelo, frío, que me recuerdan a los ojos de Draco. El amor de mi vida se va a casar con otra... Y nada menos que Pansy es ésa otra. ¡Menuda zorra!

Salgo de la habitación y me voy directa a la cocina, pues quiero comer chocolate. Estoy en una de esas fases depresivas, y voy a engordar unos quilitos. Como siempre. Bueno, tal vez no engorde, pero sí estoy con depresión.

Julia debe seguir durmiendo, así que intento no hacer mucho ruido. Abro la despensa y nada más hacerlo, la localizo. Ahí esta la nutella. La cojo y me la llevo al sofá. Me enciendo la televisión y la pongo a un volumen mínimo. Mientras meto el dedo índice y voy lamiendo la nutella, miro sin ver el programa de moda que Julia ya ha marcado como su favorito.

A eso de los diez minutos, oigo que llaman a la puerta. ¿Quién demonios será? Mis amigos tienen la santa manía de aparecerse en mi casa como si fuese la suya propia.

Abro la puerta y me quedo un poco de sorprendida al ver a la castaña de mechas rubias.

— ¡Hola, Marina! —la saludo con una sonrisa.

— Hola —dice tímidamente.

— ¿Y eso que estás aquí? —pregunto, haciendo un gesto con la mano para que pase.

Ella pasa y se para un breve segundo para examinar la casa.

— Pues pasaba por aquí porque me caíste muy bien —se sincera. Yo sonrío y cierro la puerta—. Por cierto, qué casa más bonita.

— Sí. Pasa, sentémonos en el sofá.

Ella asiente y pasa a la sala de estar, se sienta en el sofá y se queda observándome. Cojo la nutella y me siento en el sillón blanco.

— Te diría si quieres pero mis babas están por todos lados —digo con tono de disculpa.

— Oh, ¡no te preocupes! —y sonríe.

Nos ponemos a hablar sobre tonterías hasta que, de pronto, alguien aterriza sobre el sillón negro.

— ¡George! —exclamo con una sonrisa.

Él se incorpora y me saluda con la mano. A este jamás lo veré tocando la puerta como a Marina.

— ¿Julia está durmiendo? —pregunta ignorando a Marina.

— Sí —respondo.

— Voy a despertarla.

— No creo que...

— He dicho que voy.

— Vale, vale —digo rápidamente.

Marina se ríe y entonces George repara en ella.

— ¿Quién eres?

— Marina —se presenta mi amiga.

George se encoge de hombros y desaparece por las escaleras.

— Qué simpático... —bromea Marina entre risas.

— Ya verás cuando Julia se despierte y lo vea.

Ambas nos reímos y empezamos a hablar, cuando unos gritos de Julia nos interrumpe.

— ¡¿QUÉ DEMONIOS HACES AQUÍ, GEORGE? ¿QUIÉN TE HA DADO PERMISO? ¿ES QUE NO VES CÓMO ESTOY?!

No escucho a George contestar, pero sé que estará intentando calmarla. Unos segundos más tarde, aparece de nuevo en el sillón y nos sonríe.

— Enseguida baja.

— Esta vez acuérdate de pagar —le digo recordando lo sucedido en el restaurante.

Él se ríe.

— Tranquila. Ya me he traído dinero muggle y todo.

Asiento.

Después de media hora hablando y conociéndonos un poco más, Julia baja por las escaleras con un vestido azul muy bonito y el pelo bien recogido, sólo como ella sabe.

Nos sonríe y mira a George severamente.

— Solo espero que hoy no acabemos en comisaría.

— Tranquila —dice George muy contento—. La sorpresa te encantará.

Julia asiente y se despide de nosotras, para después desaparecer con George. A saber dónde se la lleva éste.

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora