†51†

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Son las tres de la madrugada y la fiesta sigue en pie. Quizá sin tanta gente ya, pero sí con más borrachos. Incluida yo. Y Cormac. Ambos estamos en el jardín trasero, sentados en el césped, riéndonos de solo Merlín sabe qué. Hay gente que ronda alrededor de nosotros, pero o están borrachos o fumados, porque a alguien se le ha ocurrido traer marihuana. Esa droga muggle que destruye neuronas.

A mí, personalmente, no me gustan. Pero tampoco quiero ir como una amargada prohibiéndoles que no fumen.

Me tumbo sobre el césped y sigo riéndome mientras miro las estrellas. Mira qué constelación tan bonita. Y esa estrella, es inmensa... Y aquella, es preciosa. Y la luna, está inmensamente grande... Pero no es luna llena, menos mal, porque sino, Lavender estaría ahora llena de pelo. Tiene que ser un poco asqueroso verla en los días de luna llena. Me río solo de imaginarla y Cormac se une a mi risa, a pesar de que no sabe el motivo.

El alcohol es lo que hace.

Cuando paro de reírme, me incorporo. Y, de pronto, noto que alguien me besa. De la sorpresa, me vuelvo a caer al suelo y sea quien sea quien me esté besando, lo aprovecha para ponerse encima de mí. Veo un poco borroso y además no hace mucha luz, pero el beso es de esos dulces, deseables. Así que me dejo llevar.

Abro los ojos porque la curiosidad me mata y los entrecierro para ver mejor, y me doy cuenta de que es el buenorro de Cormac.

Y entonces le beso con más pasión.

Me despierto aturdida, sobre una superficie dura, con la boca abierta y un poco de frío. Frunzo el entrecejo y me froto los ojos antes de abrirlos. Ahogo un grito al darme cuenta de que estoy en el suelo de mi habitación, semidesnuda y con las piernas entrelazadas con las de Cormac.

¿Qué demonios ha pasado aquí?

Lo zarandeo suavemente. Es precioso hasta a estas horas. Su rostro parece relajado y sonríe levemente. Cuando se despierta, me mira y amplía su sonrisa. Me abraza y me besa en el pelo.

— Buenos días —dice.

— ¿Qué ha pasado aquí? —pregunto, nerviosa.

Él se mira de arriba a abajo, y luego me mira a mí. Se encoge de hombros y se ríe. Es una risa contagiosa y agradable.

— Bueno, parece evidente —susurra—. Deberías taparte, o te constiparás.

Asiento con la cabeza y cojo mi túnica, me la pongo pasándola por la cabeza y cuando termino miro a Cormac, vestido solo con unos sexis bóxers. Aunque me cuesta, me muerdo el labio inferior y le digo:

— Creo que deberías taparte tú también.

Él sonríe de medio lado, asiente y se levanta. Se pone frente a mí, pasa sus brazos por mi cintura y coge algo que hay detrás de mí. Cuando se aparta, veo que es su túnica. Se la pone y cuando termina, pone sus manos en mi cintura y me da un dulce beso.

— ¿Te acuerdas de lo que me prometiste anoche? —pregunta en mis labios, todavía cogiéndome y haciendo que por mi cuerpo corran un montón de escalofríos.

Asiento con la cabeza y paso mis brazos por su cuello. Es un acto que me ha salido solo, pero no los aparto porque me gusta.

— Pues ya no hace falta —dice, y pega sus labios a los míos—. Ya te he encontrado.

Me ruborizo, pero no sé qué más decir, así que no digo nada. Apoyo mi cabeza en su torso y nos abrazamos fuertemente. Hacía mucho que me hacía falta este cariño, el cariño que Cormac me está dando.

Sonrío para mis adentros.

Apenas me doy cuenta de que algien está aporreando la puerta hasta que Cormac me aparta suavemente.

— Creo que deberíamos abrir —propone.

— Sí —digo, y le beso.

Me pongo nerviosa ante lo que acabo de hacer pero camino hasta la puerta, segura de mí misma. Cuando la abro, veo una cara de mala leche que me dedica mi querida prima (sarcasmo).

— Buenos días.

— A limpiar —dice ella, secamente.

Pongo los ojos en blanco.

— Yo os ayudo —dice Cormac con una sonrisa.

— Y yo —dice Draco, apareciendo por detrás de Julia.

¿Este qué hace aquí? Sea como sea, la cosa no va a acabar bien.

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora