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— ¡SLYTHERIN! —grita el Sombrero sin a penas rozarme.

Todo el mundo se me queda mirando con la abierta. ¿Tan mala soy? Trago saliva y miro a Draco, quien sonríe de medio lado.

Miro a la mesa de Gryffindor, Hermione, Harry y Ron me miran con cara de "WOW". Me levanto del taburete, e insegura, me acerco a la mesa de Slytherin.

Me siento por donde están los de primer curso, lo más lejos posible de Draco.

— ¡Hola! —me saluda una niña con coletas.

La miro y sonrío. Creo que me recuerda bastante a mí, pues está sola.

— ¡Hola!

—¿Por qué eres nueva? —me pregunta con su voz chillona.

Me la quedo mirando.

— Creo que... no lo sé cierto.

La niña asiente y vuelve a lo suyo.

Cuando voy a salir del gran comedor, Draco me coge del brazo.

— ¡Espera! Soy el uno de los Perfectos, así que te enseñaré dónde está tu nueva casa.

Me encojo de hombros y dejo que me guíe. Aunque ya sé dónde está la casa de Slytherin, no me apetece pensar. Es raro, pero no me apetece.

— ¿En qué curso estás? —me pregunta Draco, sin esa voz intimidante que usaba en mi casa.

— Vaya, ahora que soy una bruja y soy de Slytherin, ya no me tienes tanto asco, ¿verdad, Draco?

Él se encoge de hombros.

— Bueno, ahora eres una de los nuestros: te tengo que tratar bien.

Pongo los ojos en blanco y llegamos a las mazmorras.

— Dumbledore no me ha dicho a qué curso voy.

— Entonces, esta noche debes dormir conmigo. Tengo una cama al lado para... emergencias como éstas —añade con esa sonrisa suya que le hace tan particular.

Creo que venir a aquí, a este mundo paralelo, ha sido un error. Si yo estoy aquí, la historia va a cambiar.

— Entonces, debemos ir a la Torre de los Perfectos —añade Draco, y me guía hasta la torre—. ¿Tienes ropa para cambiarte?

— ¿No podemos ir a hablar con Dumbledore, Malfoy?

De pronto, el chico se para y se gira hacia mí.

— Si no quieres que te lo haga aquí mismo, llámame por mi nombre.

— ¡Oh, vamos! —replico, indignada—. Cuando Snape te llama por tu apellido, ¿también te lo quieres tirar?

Él pone una mueca de asco y finge que le dan arcadas.

— No es la misma situación, y lo sabes, Sheeran.

Pongo los ojos en blanco.

— Pues no tengo ropa para cambiarme —respondo a su anterior pregunta.

— Entonces te pondrás algo mío.

— Ni en broma.

Subimos los escalones hasta su habitación. Efectivamente, tiene dos camas decoradas con sábanas del color de la casa de Slytherin.

— ¿Piensas dormir con esa ropa de muggle?

Me miro.

— ¿Qué le pasa a mi ropa?

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora