†15†

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Ya han pasado unos días desde que estoy en este mundo. A Draco no me lo he vuelto a encontrar, tal vez está liado intentando arreglar el armario.

En cuanto a Pansy, es insoportable. Cada vez que me ve intenta hacerme de las suyas. Siempre que puedo la esquivo, pero hay veces que no tengo tanta suerte.

Alex sigue con su chico, Joshie, y dice que le encanta porque es muy cariñoso y muy buena persona. Me alegro por ella porque ya no se la ve ni tan triste ni tan sola.

Y yo ahora mismo estoy en el baño de las chicas (el de Myrtle la llorona), llorando. Sí, bueno es que eso de que te guste un mortífago es peligroso y claro, yo no quiero acabar con el corazón roto. Porque él me lo dijo: no podrá estar conmigo jamás.

Jamás. Esa palabra me hace estremecer.

Me levanto del váter y salgo del cubículo para ponerme frente al espejo de los lavabos. No tengo muy buena cara: ojos hinchados y rojos de llorar, la cara todavía más blanca... Absorvo los mocos y al girarme me encuentro con el fantasma de Myrtle, que sonríe de manera traviesa.

— ¡Carne fresca! —exclama el fantasma mientras huele el aire.

— Déjame en paz, Myrtle —gruño.

Ella se aparta, levitando, solo unos centímetros de mí.

— No me sorprende que sepas mi nombre... pero, ahora que me fijo bien en ti... ¿Cuál es tu nombre?

— Dana Sheeran —respondo.

Myrtle abre los ojos tanto que parece que se le van a salir, luego suelta un pequeño grito de terror y finalmente desaparece por el desagüe del váter.

Mejor, porque quiero estar sola.

Cuando ya me he cansado del cuarto de baño de las chicas, salgo. Estoy un poco más calmada y más contenta. Vale que Draco no pueda o no quiera estar conmigo, pero al menos me quiere ¿no? Eso siempre lo había deseado mientras leía HP.

Así que ya me puedo dar por vencedora, al menos.

Ahora estoy de camino al gran comedor, pues he pasado tanto tiempo en el baño que ya se ha hecho la hora de cenar.

Iba pensando en lo mío (esta vez en mis padres) cuando he escuchado gemidos.

Me pongo alerta y ahora mismo desearía tener aquí una oreja extensible de los Weasley. Pero como no la tengo, me acerco más a la puerta de donde vienen los gemidos.

No se escucha nada más que a una disfrutar, posiblemente, de tener relaciones sexuales.

Me doy la vuelta y de pronto escucho:

— Oh, Draco, sigue...

Zorra. Puta. Guarra. ¡Pansy tenías que ser!

Aprieto mis puños e intento imitar, lo mejor que puedo, la voz de Snape.

— ¿Qué hacéis... ahí dentro?

De pronto, silencio.

Me río en voz baja y empiezo a correr hasta el gran comedor. Os lo tenéis bien merecido.

Cuando entro, Alex ya me está esperando. Así que empiezo a cenar y a los pocos minutos, por la puerta entran Draco y Pansy. La chica se muere de la felicidad (joder, es que a mí me lo hace Draco y soy feliz para siempre) mientras que el rubio plateado lanza una mirada feroz al verdadero Snape.

Me froto las manos y me congratulo a mí misma por lo que acabo de hacer.

De pronto, una voz heladora me habla en la oreja, haciendo que el vello de la nuca se me ponga de punta:

— Sé lo que has hecho, y me las vas a pagar —susurra Draco.

Trago saliva y cuando me giro para mirarle, él ya se está yendo.

— ¿Pasa algo? —pregunta Alex, preocupada.

— Ya sabes... no se quita de la cabeza lo de la túnica de su novia.

— Joder, qué pesado —replica mi amiga—. Ya le comprarás una para que se calle.

Asiento con la cabeza y termino mi cena. Antes de levantarme, se me ocurre mirar a Draco, quien a su vez, me mira a mí con una sonrisa de medio lado.

Salgo del gran comedor y empiezo a caminar. Alex se ha quedado en el gran comedor para despedirse de su novio. Como yo no quería ver la escenita, he preferido venirme sola.

A medio camino, alguien me llama por mi apellido.

Me giro y veo que estamos solos: Draco Malfoy y yo.

— ¿Qué? —pregunto, molesta.

— Que es viernes —suelta con una risita.

— Muy agudo —replico.

— En realidad, quiero que pagues mi deuda. Por estropearme el polvo con Pansy.

Pongo los ojos en blanco.

— No voy a hacer nada porque no te debo nada.

— Sí, me debes un polvo.

— Si no cedí en mi casa, ¿te crees que voy a ceder ahora?

— No es una pregunta, es una orden. Y quiero ese polvo ya.

— Oh, espera Christian Grey, me bajo los pantalones y aquí mismo lo hacemos —suelto en tono de burla.

— No sé quién es Grey, pero lo segundo: eso de hacerlo aquí mismo me parece bien.

— Era una coña. Y por cierto, creo que deberías leer Cincuenta Sombras de Grey.

— Coña o no, me lo debes —dice en tono cansino.

— Adiós, Malfoy.

MIERDA. MIERDA. MIERDA. Parece que lo quieras provocar, estúpida.

Draco camina hacia mí con una sonrisa perversa, mientras que yo echo a correr. Me escondo en la primera clase que veo, pero él no tarda en encontrarme.

— Sé que quieres —susurra desde detrás de la puerta—. Abre. Te cuento hasta tres, si no lo haces... 1... —sigue, vamos a ver si sabes contar— 2... —vaya, me sorprende que sí— y 3.

De pronto, la puerta se abre.

— Que sepas que no es una violación porque sé que te vas a dejar —y poco a poco se acerca a mí.

Ahora estoy entre el Malfoy y la pared.

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora