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DRACO P.O.V

Parpadeo varias veces y me muerdo el labio inferior para aguantar la risa. Eso que acaba de hacer Silvia es TREMENDO. Tirar a Pansy a una tarta es para grabarlo, aunque creo que eso ya lo han hecho, pues muchos fotógrafos lo habrán captado.

Miro a Dana para ver qué piensa ella pero me pilla y me obligo a apartar la vista. Mi madre me llama para que ayude a Pansy y lo hago, aunque muy a mi pesar. Se apoya en mi hombro y salimos del salón de baile.

Subimos a mi habitación para que se cambie pero, en vez de hacerlo, ella cierra la puerta con un portazo y empieza a gritarme.

— ¡¿HAS VISTO LO QUE ME HA HECHO ESA BRUJA?!

No contesto porque ya me es suficiente con aguantar la risa.

— ¡ERES MI MARIDO Y NO HAS DICHO NADA! —me riñe.

Pongo los ojos en blanco y me siento en la cama. Ahora vienen uno de sus discursos en los que me critica y demás.

— Aunque ya sé por qué lo has hecho...

— ¿Por qué? —gruño—. Pansy, no sabes una mierda.

— ¡A mí no me hables así!

— ¡Pues no me provoques! —exclamo mientras arrugo la nariz.

— No me mires con esa cara, Draco —me pide Pansy relajándose un poco.

Dios. Ya está en plan bipolar.

— ¿Por qué no me has defendido? —me pregunta cruzándose de brazos.

— Es que te lo mereces —respondo con una sonrisa triunfal.

Como un jefe.

— ¡No me lo merezco! —chilla, fuera de sí.

— Cálmate —le pido, aunque sin mucho entusiasmo. Me importa una mierda cómo se ponga.

— ¡Tendrías que haberme defendido, Draco! Ese era el trato: comportarte como un buen marido o...

— ... O ella morirá. Lo sé —gruño apretando los puños—. Me sé esa parte a la perfección.

— ¿Y por qué no te has portado como tal? Un buen marido me hubiese defendido a la primera.

— Tal vez si no me hubieras amenazado y te hubieras ganado mi corazón honradamente como lo hizo Dana, me hubiese portado como tal.

— ¡NO ME NOMBRES A ESA ZORRA! —exclama, Pansy, furiosa.

— ¡NO LA LLAMES ASÍ! —grito, muy, muy enfadado.

Me levanto del sofá, con la sangre hirviendo, y en dos zancadas me pongo delante de Pansy. Abro la mano y le cruzo la cara con una bofetada a la que ahora (para mi desgracia) es mi mujer.

Ella tarda un segundo en reaccionar, pero cuando lo hace, se lleva la mano a la mejilla recién caheteada y me dedica una mirada de odio y asco.

— ¡TE VAS A ENTERAR! —grita antes de salir por la puerta.

Y, aunque no haya salido todavía por la puerta, ya sé lo que va a hacer: he leído su mente y va a matar a Dana.

Entonces el mundo se me viene encima.

Si ella muere, yo también.

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora