†82†

2.7K 208 44
                                        

Draco y yo salimos de la tienda de campaña y, con disimulo, me quedo mirando su culo. Es... perfecto. Me río en silencio y le sigo hasta el agua. Él deja que sus pies se mojen y yo lo observo: parece un niño pequeño.

— Venga, acércate —me pide haciendo un gesto con la mano.

Pongo los ojos en blanco pero me acerco. Ahora mis pies tocan la fresca agua y me siento bien. Draco sonríe ampliamente.

— ¿Ni siquiera esto hace que me perdones?

— No, Draco —respondo, y me río—. Quedan todavía dos días por delante. Sé que lo harás mejor.

— Oh, vaya... Bueno, se intentará —y me coge de la cintura para darme un beso.

Pero lo aparto.

Él frunce el entrecejo y se me queda mirando.

— Te tengo que explicar el concepto de amistad... Pero como no se me da bien describir, solo te diré que los amigos no se besan, Draco —y recalco el "no" moviendo negativamente un dedo.

— Nosotros no somos simples amigos —replica él sentándose en el suelo y observando el más allá del agua—. Y lo sabes.

Me siento a su lado y me quedo mirando el sinfín del mar. ¿Adónde me habrá traído? Es mejor que ni lo sepa.

— Tal vez —digo, y me encojo de hombros—. Pero hay que intentarlo. Porque no puedo ser tu novia ya, sin antes hablar de lo nuestro y perdonarte por ello.

Se gira hacia mí y entrecierra los ojos.

— ¿De qué quieres hablar?

Abro la boca y la cierro de golpe. Es cierto, ¿de qué quiero hablar, exactamente? Pues de todo un poco, ¿no? Pero no quiero sacar mierdas del pasado. Simplemente, solo tengo una pregunta que sí me gustaría resolver.

— ¿Por qué volviste con Pansy?

Él parpadea varias veces, sorprendido, y se revuelve el pelo mientras me mira.

— Yo... Bueno, ya te lo dije: era la única que todavía estaba colada por mí.

Suelto una carcajada.

— No. No era la única. Todas las chicas de Hogwarts estaban por ti, y lo sabes.

Él sonríe.

— No todas. Por ejemplo, Granger. O Lovegood, o Weasley, o...

— Vale, vale —digo rápidamente, y le corto—. No todas. Pero casi todas. Así que dime: ¿cuál era la verdadera razón?

Él lanza un suspiro al aire y, mientras mira el horizonte, me confiesa:

— Una especie de venganza. Tú odiabas a Pansy y creí que eso sería lo mejor. Además, también creía que ella me ayudaría a olvidarte. Craso error. Y por no mencionar a mis padres, que vieron esa relación como mejoría para su reputación y casi que me obligaron a salir con ella.

Agacho la cabeza porque no puedo mirar sus ojos que, por cada palabra, se vuelven más tristes.

Me acerco a él y lo abrazo.

— Ya está...

— Ya está, ¿qué? —pregunta él, confundido.

— Que te perdono —respondo, y me separo de él para mirar sus ojos grises, ahora radiantes de felicidad.

Draco acerca sus labios a los míos y nos fundimos en un beso.

— ¿Qué quieres para comer? —me pregunta Draco.

Ambos estamos tumbados en la arena, cogidos de la mano y mirando el cielo, despejado y precioso.

Me quedo pensando. Lo único que me apetece es pizza.

— Genial. Eso mandaré que me traigan.

Le pego suave en el pecho con mi puño.

— ¡Draco! —replico entre risas—. No vuelvas a hacer eso.

— ¿Por qué no puedo usar legeremancia contigo? —pregunta mientras pone ojitos de cordero.

Irresistible.

— Porque simplemente no puedes, Draco. Soy tu... amiga, y no puedes hacerme eso.

— No me gusta lo de que seas solo mi amiga —gruñe, y se pone de lado apoyándose en los codos para mirarme—. Quiero que seamos novios. O marido y mujer, como prefieras.

Me río ante eso. Enserio, ¿marido y mujer? ¡Venga ya! Solo tengo diecisiete años.

—Somos amigos, y ya. No quiero tener relaciones por ahora.

— ¿Qué más te da ser mi novia? —replica él haciendo falsos pucheros—. Si ya casi lo parecemos.

— Bueno, ¿conoces la diferencia entre el ser, estar y parecer? Nosotros somos los últimos, pero no los dos primeros. Grábatelo, Draco.

Él bufa y se tumba de nuevo.

— Pues yo pienso decir que eres mi chica.

Sonrío.

— Di lo que quieras, pero no lo soy. Y si conozco a un chico, no me pienso privar de hacer lo que quiera con él.

Él se gira rápidamente y se coloca sobre mí, apoyado en sus manos.

— ¿Has conocido a un chico? —me pregunta con un tono de preocupación.

— Puede ser —digo, adoptando un tono juguetón.

Esta situación me divierte.

— Mentirosa —suelta él con una carcajada.

— ¡Que no me leas la mente, rubio estúpido! —grito golpeándole en el brazo.

Él pasa a hacerme cosquillas y así estamos un buen rato: él haciéndome cosquillas y yo riéndome hasta quedar sin aire.

Después de un buen rato, paramos y cogemos aire mientras observamos el mar.

— Ahora enserio, ¿conocerías a un chico? —me pregunta.

Lo pienso por unos segundos. Si conozco a un chico así, atractivo y que me trata bien, pues sí, querría saber más de él.

— Sí —respondo.

Él mira al suelo y asiente.

— Vale —susurra—. Voy a llamar a un elfo para que traiga la pizza.

Y chasquea los dedos y aparece un elfo muy feo. Pero no le miro a él, le miro a Draco, quien se va a la tienda de campaña, cabizbajo y triste.

Se me parte el corazón al verlo así.

Pero solo le he dicho la verdad.

Aunque eso no implica que no quiera nada con él.

Los chicos y sus cosas...

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora