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— ¿Y qué tenemos que hacer? —pregunta Ginny con el entrecejo fruncido.

— Esperar —respondo.

Llegamos a casa y mi prima se va al trabajo. Draco, Eddie y yo preparamos la comida. Hemos decidido hacer macarrones con tomate, pero la verdad es que esto se nos está yendo de las manos.

Ni Draco ni Eddie saben cómo se hacen unos malditos macarrones, así que tengo que ir detrás de ellos para explicarles cada paso.

Al final, conseguimos unos macarrones deliciosos que nos comemos en menos de diez minutos. Cuando terminamos, Eddie se ofrece a limpiar los platos, así que como soy tan vaga, no le digo que no.

El rubio se despide de mí y me dice que se marcha a hacer unas compras al callejón Diagon.

— Vale, que te lo pases bien —digo secamente.

— ¡Qué sosa! —replica Draco entre risas—. Bueno, me voy.

Me despido de él con la mano y dejo que se marche.

Sí, estoy sosa con él. Lo reconozco. Pero es porque desde que sé que el destino no se puede cambiar, y que Draco se va a casar con Astoria, no puedo evitar sentirme lejana a él.

Que Draco se case con otra que no sea yo, no puedo soportarlo. Ya he pasado por eso una vez, y fue lo más doloroso de mi vida, por eso mismo no puedo pasar por ello de nuevo.

Tengo que alejarme de Draco, pero poco a poco, para que no se dé cuenta.

Lo quiero hacer para que yo no sufra. Sé que con Astoria será feliz, y será el verdadero amor de su vida. No yo. Yo ni siquiera existía en los libros.

— ¿Qué te pasa, hermanita? —me pregunta Ed, sentándose a mi lado.

Me apoyo en su hombro y lo abrazo.

— Nada... —susurro.

Pero enseguida me pongo a llorar.

Ni siquiera el consuelo que me da mi hermano me sirve. Lo aprecio mucho, pero nada que me diga podrá cambiar las cosas.

Al final, me quedo dormida.

A eso de las siete me despierto. Mi hermano se ha ido con su loba y me ha dejado sola. Draco todavía no ha vuelto.

Qué aburrimiento. ¿Dónde estará Erika? No la he visto en todo el día.

Y hablando de la reina de Roma...

— ¡Hola! —exclama tras abrir la puerta.

— ¿Dónde estabas? —pregunto con el tono usual de una madre protectora—. Estaba preocupada por ti.

— Estaba con Theodore Nott en el Callejón Diagon.

Me muerdo el labio para no preguntarle por Draco.

— ¿Y qué hacíais allí?

Todo el mundo va allí hoy, ¿o qué? ¿Es un día de fiesta o algo?

— Comprábamos en Sortilegios Weasley —responde Erika sin darle importancia al asunto.

— Bueno, vale. Te perdono si me has traído algo.

Erika se para de pronto.

— La verdad es que no te había traído nada —dice nerviosamente, y sonríe con timidez—. Pero si quieres una varita de broma...

— No, gracias —respondo, enfadada.

— ¡Que era broma! —exclama, entre risas. Y se acerca a mí sacando una bolsa de su túnica—. Te he traído de todo, claro.

Le sonrío y nos sentamos en el sofá para mirar las cosas.

La verdad es que los gemelos tienen mucha imaginación, y además  mucha maña para fabricar las cosas.

A eso de las dos horas, la puerta de casa se abre y por ella entra mi hermano, sonriendo.

— ¿Y a ti qué te pasa, que estás tan feliz? —le pregunta Erika.

— El amor... —responde mi hermano con una sonrisa de oreja a oreja.

Erika pone una mueca de asco y finge vomitar. Se acerca a mí y me susurra:

— Tu hermano está ciego. ¿Cómo se ha podido enamorar de esa bestia peluda?

Me río ante el comentario y observo a mi hermano subir las escaleras. Después de cenar, la puerta de casa se abre.

Por fin: el rubio regresa a casa.

— ¡No os lo vais a creer! —exclama con una sonrisa.

— ¿Qué es eso tan increíble? —pregunta Erika, con tono aburrido y llevándose un poco de comida a la boca.

Miro a Draco fijamente, con los ojos entrcerrados. Y antes de que diga nada, sé lo que va a decir, y por eso me da un vuelco al corazón cuando nos informa:

— ¡Me he encontrado con Astoria Greengrass en el Callejón Diagon!

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora