La mayor agonía por mi mas grande amor (Parte 1)

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Everette.

Siempre supe que algún día perdería la cordura. 

Me parecía un auténtico deleite sucumbir a la locura y a las tinieblas que siempre han formado parte de mi eternidad. Todo es solo un murmullo, nada se ve con claridad, y a penas soy consciente de la presencia mi padre, quien camina junto a mí. Los líderes demoniacos encabezan las tropas infernales, tal y como hace siglos lo hicieron, cuando la rebelión de mi padre los guio hasta el infierno. 

Las pisadas de las bestias apenas se registran en mi mente. 

- Es fascinante como ahora serás tú quien guie a nuestras tropas hacia la victoria.- la voz de mi padre logra colarse en mi conciencia, y me trae de vuelta con suficiente fuerza para registrar mejor lo que pasa a mi alrededor. 

- Siempre supe que superaria tu legado.- le guiño un ojo haciendo que este ruede los ojos. 

- Tienes derecho a ser arrogante únicamente si salimos victoriosos.- 

Sobre nuestras cabezas se abren los cielos. Para muchos resultaría una visión más allá de lo hermoso.  Yo en lo personal creo que es un tanto fastidioso que no puedan salir de su reino sin que las trompetas celestiales martillen mis oídos. 

Luego el arrogante soy yo.

Sabía de antemano que los ojos de mi padre merodearían en esa dirección, es algo que ni siquiera él puede evitar. Ambos sabemos que mi madre no es una celestial que participe en las guerras, tampoco sería mi actividad de preferencia para ella. Sé lo mucho que pueden incomodarle las situaciones donde algún ser se vea herido, aunque ese ser merezca retorcerse en el peor de los abismos infernales, ella siempre buscara una alternativa para que ese sufrimiento sea evitado. 

En esta situación, lo único que ella puede hacer es velar por los mortales, son los únicos que necesitan socorro, y es por eso que sé que ella estará cuidando de ellos.

-¿Terminaste de perder las esperanzas?- me burlo sin poder evitarlo, después de todo, mientras no sea mi desgracia, es gracioso. Mi alma se encuentra en tierras infernales, segura.

-¿Qué tan malo sería si me cuelo en el reino de los celestiales para verla? Todos están muy distraídos.- ríe entre dientes, y por instinto me rio junto a él.

Ese tipo de cosas solían despertar una ira incontenible en mi interior. No comprendía su debilidad, sentía que el mismísimo Lucifer era patético por no poder encontrar la fuerza de voluntad para permanecer lejos de otro ser. 

¿Qué haría ahora?

Sé muy bien que si la situación de los desterrados no presentara una potencial amenaza a las tierras infernales, jamás me habría involucrado. Probablemente, la habría utilizado como algo para matar el tiempo, después de todo, el complejo de salvar a la humanidad jamás ha sido algo que me interese.

Traería a Aisha junto a mí y le mostraría el inmenso deleite que hay en despedazar a un ser con sus propias manos. Me conozco muy bien, sé que la tomaría de mil formas sobre los restos de nuestras víctimas. Utilizaría los restos de su sangre para lubricarla aún más. Un suspiro se me escapa sin que pueda contenerlo, es sin duda una imagen gloriosa. 

Ella se quedará. 

Le dije que le daré mi marca una vez esta guerra se acabe y ella no se opuso. Al contrario, su reacción podría habernos llevado a una de mis actividades favoritas, pero como mi padre siempre me ha dicho.

Las matanzas no pueden esperar a nadie, ni siquiera a los líderes demoniacos, sé puntual.

Un desagradable sentimiento se expande por mi pecho y hago una mueca. No importa cuantos milenios pasen, esas palpitaciones que esa alma me causa siempre me darán náuseas. En el mejor y peor de los sentidos.

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⏰ Última actualización: Oct 30, 2023 ⏰

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