La guerra es un arte que he practicado con demencia

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Hamza.

Cuando se abandona una pesadilla, el sentimiento de confusión que viene tras esta es inevitable. Cuando finalmente escapas de ese monstruo que te perseguía como único propósito dentro de tu mente y finalmente te las arreglas para abandonar sus garras, para entrar en un nuevo plano, una seguridad que fue ajena por unos segundos, que no era más que una ilusión. La confusión te asalta. El alivio abraza tu cuerpo y te recuerda una vez más que todos esos demonios están dentro de tu mente. Solo tienen la fuerza para existir en ese lugar, pero no pueden alcanzarte aquí.

Nosotros éramos esos demonios.

Contemplando la mediocre humanidad de los mortales a través de las ventanas, añorando algo que ellos, como insignificantes criaturas, podían tener, y nosotros, como antiguos gobernantes del plano superior, no. 

Pienso en todo esto mientras estrello la cabeza del humano una y otra vez contra el frío pavimento, sintiendo su vida escapar entre mis dedos y dándole paso a otro de mis hermanos, otorgándole la libertad. Dejar de ser una sombra para convertirse en un todo.

Simplemente, estamos recuperando lo que nos pertenece.

- Los números defienden rápido, hermano. Estamos llamando la atención.- la angustia en su voz me desconcierta. ¿Es que acaso no sabe que ya no es necesario temer? ¿No puede ver que este es nuestro reino ahora? 

- No se detengan.- ordeno.

Mi respiración se encuentra acelerada. La sangre cubre mis manos, el deleite que invade mi cuerpo no tiene comparación alguna. Tanto tiempo reteniendo lo que realmente somos, este es nuestro derecho superior, fuimos creados para gobernar algo que no tiene comparación alguna, ni el reino de los celestiales, ni el infierno se podrán comprar al imperio que estableceremos. 

- Hamza... me parece que no estamos actuando con prudencia. No tenemos la capacidad de enfrentar a los ejércitos de las tinieblas, una sola bestia infernal que decida ser desatada, acabara con una gran parte de los nuestros.- continúa balbuceando. 

El ser humano que yace entre mis manos muere, y solo en cuestión de segundos veo como su sombra desaparece para luego entrar en él. Espero ansioso a que reaccione y no puedo evitar que una risa temblorosa se escape desde lo más profundo de mi pecho al ver como abre los ojos desconcertado y se pone de pie con dificultad. Me aparto para tenderle la mano, lo ayudo a estabilizarse mientras sus ojos recorren lo que nos rodea con curiosidad. Finalmente, somos más que simples testigos de la existencia de otros. 

-¿Ves esto?- inquiero mientras suelto la mano de mi hermano, animándolo a que disfrute de su nuevo cuerpo, a que experimente, a que lo haga suyo en totalidad. - Solo necesitamos segundos para asegurar que toda nuestra especie tome el lugar de los humanos. No será la primera vez en la existencia del todo que una especie es erradicada en su totalidad. 

Los humanos juegan todo el tiempo con su propia aniquilación, qué más da que seamos nosotros o ellos mismos quienes acaben con el problema de raíz. 

- Los cuerpos de los humanos no son refugio suficiente para soportar una guerra con un celestial, mucho menos con un demonio. Son frágiles, los necesitamos, pero no son como nuestros antiguos cuerpos, no son armas, no están hechos para la batalla.- recalca uno de mis hermanos con pánico en su voz. Contemplo el rostro de su actual cuerpo mientras utilizo un pañuelo para limpiar la sangre de mis manos. Vaya cómica expresión cuando se ve reflejada en un rostro humano. El pánico puede ser un verdadero deleite.

Siempre me he preguntado por qué los demonios disfrutaban tanto el tormento de los mortales, especialmente después de contemplar su existencia desde las sombras durante tanto tiempo. Pero al verlo desde esta perspectiva, todo empieza a tener sentido.

 Estas criaturas tienen la característica de ser abismalmente necias. Dicha necedad los guiaba hasta su muerte, tarde o temprano. Me pregunto si esta peculiaridad se quedó en sus cuerpos y en este momento está tomando posesión de mis hermanos, ya que no parecen capaces de ver lo cerca que estamos de alcanzar nuestro objetivo final. 

Estoy tan cerca de ella que casi puedo oler su humedad entre mis dedos...

- Me he preparado para este momento durante siglos, he estudiado cada uno de los posibles movimientos de nuestros enemigos.- me dirijo a ellos, alzando la voz. - La guerra es un arte que he practicado con demencia, en el cual me he perfeccionado teniendo la más magnífica musa de mi lado. Tanta fue mi pasión por este arte, que hasta la deje ir para en este momento poder estar cara a cara con mi destino. No les recomiendo que osen interponerse en mi camino. Porque no me importara nuestra hermandad si de destruirlos se trata. Saben mejor que nadie que jamás he cargado con estorbos.- camino entre todos los desterrados que se han reunido. 

- Hamnza, nosotros...- tomo su cara con mi mano, apretando sus mejillas y atrayéndolo a mí. 

- No me obligues a cortarte la lengua.- amenazo, a punto de perder la paciencia. - Tendremos la victoria.- 

-¿Cómo?- pregunta uno de los que se encuentran en la ahora multitud. Los gritos desgarradores de los humanos al fondo me relajan, como una tierna balada a la hora de dormir.

No puedo evitar reír entre dientes al recordar este hecho. Tantos años siendo atormentado por el mismo sueño, tan cerca de hacerlo realidad y al mismo tiempo tan lejos. Tan cerca de recuperar a mi tierna mascota, la enorme necesidad de recordarle cuál es su lugar en las sombras.

Las tinieblas la crearon para mí, es por eso que la trataré como lo desee. Dentro de muy poco volveré a enterrarme en ella, una y otra vez, en esta ocasión, será para toda la eternidad.

- Solo tenemos que deshacernos de aquel que se crea con derecho a decidir sobre nuestro destino.- contesto al cabo de unos segundos. - Solo hay una manera en que esta guerra sea nuestra. El príncipe de las tinieblas debe irse, debe desaparecer.- rio una vez más, es la primera vez en siglos que alguien siquiera ha pensado en ello. - Afortunadamente, mi mascota se encuentra ya ocupándose de los detalles, y confío plenamente en que su misión en el infierno ha sido exitosa.- 

 Finalmente suelto la cara de mi hermano y me volteo para ir en busca de otro humano. Sin embargo, me detengo al escucharlo pronunciar.

-¿Cómo estás tan segura de ello?- cuestiona.

Ni siquiera hizo falta que respondiera a ello, ya que las trompetas de los ejércitos demoníacos retumbaban en el horizonte. 

Una siniestra soneisa que no puedo evitar, se apodera de mis labios.

Pasión InfernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora