CAPÍTULO 44. HOSPITAL

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Caleb Jazub

La satisfacción puede obtenerse de distintas maneras y para cada persona es diferente. Algunas personas lo encuentran ayudando a otras personas y haciendo el bien; yo lo encuentro cuando escucho los gritos de mis presas cuando los torturo y me suplican que me detenga.

La furia corre por mis venas y no hay nada que la pueda apagar. Llevo dos horas torturando a quienes se atrevieron a venir a atacarme en mi propio territorio, el idiota que tengo de frente fue el que golpeó a Rateel y ya le quité una mano, rompí tres dedos y justo ahora le estoy haciendo una pequeña intervención a su pierna.

- Entonces, ¿me dirás dónde se esconde el resto de ustedes? – pregunto y me limpio el sudor de la frente.

- ¡Jódete hijo de perra! – me grita con lágrimas en los ojos, "no aguanta nada".

- Como quieras – saco un cigarro de mi bolsillo y lo enciendo dándole la espalda encaminándome a la salida – arrojen al manco a la trituradora, envíen sus restos a Chicago.

Los gritos a mi espalda suenan con desesperación provocando mi sonrisa, entro a casa para bañarme y quitarme los restos de sangre que me cubre el cuerpo. Dejo que el agua me cubra el cuerpo y observo mi reflejo en los azulejos, los tatuajes que adornan mis hombros relucen en mi piel y sigo el camino que se forma en mi pecho, hay huecos que me faltan llenar.

Agacho la cabeza dejando que el agua fría destense mi cuello y suspiro al ver mi polla erecta cuando los ojos verdes de cierta escandalosa vienen a mi cabeza, sus gemidos retumban en mi memoria y con ello en mente, rodeo mi pene con mi mano para iniciar con el deslice que saca un siseo. A esto he llegado, antes no tenía que recurrir a esto.

Sacudo mi cabeza y bajo la temperatura del agua para bajarme las ganas. Me cambio y me voy al hospital en mi auto, han pasado ya 10 horas desde que entró al quirófano, las primeras 5 horas me informaron que demorarían debido a un daño en el vaso, así que vine a casa a sacar información.

Llego al hospital y en la sala de espera están las dos amigas, mis padres y en la otra esquina Alexander, Eiden se encarga de buscar al traidor. No me voy a sentar como ellos lo hacen, voy directo a ver al doctor que la intervino y al verme noto como se esfuerza en pasar saliva.

- Informe – le exijo.

- La pasamos a una habitación privada hace dos horas, no he informado a los demás, como usted lo ordenó – habla torpemente mirando al suelo, como debe ser.

Pido el número de habitación y no se niega a dármela, sabe lo que le espera si me lo niega. Ingreso y la veo en camilla, algo en mi pecho me obliga a sacar el aire lentamente. Me acerco a ella, tomo asiento en el sillón a lado de su camilla y relajo los músculos de mi espalda, no he dormido absolutamente nada.

El cansancio me pasa factura y cuando estoy a punto de cerrar los ojos, el sonido de la puerta abriéndose lentamente me hace sacar mi arma y apuntar hacía la entrada.

- Tranquilo, soy yo – Eiden sube sus manos a la altura de la cabeza.

- ¿Qué haces aquí? – me guardo el arma y me pongo de pie.

- Viene a decirte que me llevaré a todos a la mansión, no han dormido mucho y creo que la rubia está a nada de un colapso – me mira de arriba abajo – ¿vendrás con nosotros?

- No, me quedaré aquí – tomo asiento cerrando los ojos.

- Alexander tenía razón – lo escucho y lo detengo antes de salir.

- ¿De qué hablas? – abro los ojos para mirarlo.

- Sabes de lo que hablo – la burla destella de su cara – solo tienes que decirlo en voz alta frente a otros, adiós.

Vuelvo a cerrar los ojos, el sonido de la máquina que vigila el latido de su corazón me molesta un poco, pero oír la frecuencia con la que late su corazón hace que el alivio cruce mi alma. Perderla no está en mis planes, me preocupo por ella, y cómo no hacerlo si...

Me acomodo en mi lugar y suspiro, me quedaré para asegurarme que nadie venga e intente hacer algo, me protegió y ahora es mi turno de hacerlo, quiero y debo hacerlo.

-&-

No sé cuántas horas han pasado, pero para cuando recobro la consciencia la espalda me duele y el cuello me punza, levanto mi cabeza y me doy cuenta de que tengo mi cuerpo recargado en la camilla con mi mano aprisionando la suya.

Aun adormilado pongo mi mejilla en mi brazo y la observo desde mi lugar, tiene un moretón en la mejilla y el recuerdo del manco me hace sonreír sabiendo que tomé mi venganza por haberle hecho eso.

Sé que estas semanas he estado distante, no quise acercarme a ella porque no sé cómo manejarme cuando está a mi lado y que haya visto la situación de mi oficina me pone de mal humor, conociéndola será muy difícil que logre hablar con ella.

El movimiento repentino de la puerta siendo abierta con violencia me hace pararme enseguida y empuñar mi arma, voy a disparar cuando veo a la persona atravesando el umbral "¿qué mierda?".

Al parecer mi cerebro aun no despierta, estoy como imbécil parado siguiéndolo con la mirada, va hacia ella y acaricia su rostro, espabilo un poco con el calor repentino que me aborda, espabilo un poco cuando habla.

- ¿Qué le pasó? – pregunta y no respondo – ¿quién fue?

- ¿Erick? – lo miro de arriba hacia abajo.


Capítulo editado.

Besos en las nalgas, chao.


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KrovozhadnyyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora