Caleb Jazub
Después de largas horas de vuelo, por fin aterrizamos, la compuerta lateral se abre y por ella bajan mis hombres bien armados, es nuestro turno de bajar y no despego mi vista de Rateel. Ha traído su mochila junto a ella en todo momento, me supongo que es ahí donde tiene su armamento, solo la dejó cuando la llevé a dormir conmigo.
Me quedo al pie de la escalera y cuando estoy a punto de bajar, aparecen varias camionetas, de ellas bajan miembros de la Yakuza y enseguida nos apuntan con sus armas. Mis hombres les apuntan de regreso, yo estoy tranquilo esperando que bajen de la última camioneta. De ella baja Nakamura Yahiko y sus hombres de confianza, lo rodean y me apuntan directamente.
Por mi parte, mis flancos son cubiertos por Alexander y Eiden, Rateel se coloca al frente un escalón abajo y apunta al líder sin siquiera parpadear. Las ganas de tomarla del brazo y ponerla detrás de mí me las trago, mis planes con ella se han retrasado por culpa de esos hijos de puta insurgentes.
Veo al frente y asiento en saludo; este es el momento más crítico, un solo tiro puede desatar otra guerra. Observo a Yahiko decirle algo al hombre a su lado, soy malo con los nombres así que no me esfuerzo en recordarlo, pero recuerdo su rostro.
Tomo la cadera de Rateel para moverla un poco al costado, se mueve, pero no baja el arma ni quita su mira del objetivo "esta mujer". Bajo las escaleras con los demás tras de mí y camino a mi encuentro con Nakamura.
- Cuanto tiempo – ni él sabe ruso ni yo japonés, así que optamos por inglés.
- Digo lo mismo – mira a mi derecha – cuando vi a la chica debo admitir que me sorprendió, ¿nueva guardaespaldas?
- Por favor, ¿ella? Probablemente no tenga balas esa arma – dice el imbécil a su lado, Rateel lo desafía con la mirada y yo empuño mis manos reprimiéndome.
- Kenji, ten respeto a la señorita – habla Yahiko con seriedad.
- Gracias, señor Nakamura – Rateel hace una reverencia y regresa su mirada al frente, de ese imbécil me encargo luego.
- Hablemos del motivo de su llegada inesperada – habla y hago una seña con la mano.
Eiden va a sacar la documentación de ser chaqueta y antes de sacar la mano, nos vuelven a apuntar. Yahiko tiene su mano arriba, indicando que no disparen y yo me tenso al ver a mi derecha. El imbécil tiene el arma en la frente de Rateel y ella tiene el arma derecha apuntando a la barbilla, saca una navaja rápidamente y coloca la punta en su pene.
Una sonrisa se coloca en su rostro cuando ve que el idiota traga saliva.
- Son pruebas, pueden bajar las armas – menciono tenso, le entrega el legajo y se toma el tiempo, cuando termina indica que bajen las armas.
- Suban a las camionetas, traerán algunos camiones para sus hombres – nos da la espalda y lo seguimos.
Les indico a Alexander y Eiden que vayan en otra camioneta mientras abordo la camioneta de Yahiko con Rateel a mi lado. El camino es silencioso, ella observa por la ventana mientras yo a ella. Me doy cuenta que la he mirado por mucho tiempo y regreso mi vista al frente, donde Yahiko me mira con una sonrisa ladeada "puta madre".
Con el tiempo llegamos a una mansión, hay muchos hombres caminando por ella y cuando ven las camionetas, detienen sus actividades para ponerse firmes. Hacen reverencia cuando ven a su líder, bajo yo y cuando ella baja detrás de mí, se enfocan en ella.
En la Yakuza no se admiten mujeres, son leyes antiguas pero respetadas, sin embargo, no se atreven a discriminar a alguna, todo gracias a la esposa del líder.
- ¿Nunca han visto una mujer antes o que mierda? – la mujer de Yahiko baja los escalones con una niña en sus brazos "así que tiene una heredera".
- Watashi no ai – "mi amor" juntan sus frentes y besa la cabeza de su hija.
- Okaerinasai – "bienvenido a casa" fija su vista en nosotros y Yahiko hace las presentaciones.
- Ella es mi esposa, Nakamura Aiko – pone a la niña en el suelo y ella mira a Rateel – y ella es mi hija, Nakamura Hikara.
- Bienvenidos, pasen por favor – la esposa nos indica el camino.
Nos adentramos, pero pasamos de largo y vamos a su oficina. Tuvimos que dejar nuestras armas antes de entrar, Rateel se mostraba renuente a dejarlas, pero era esto o quedarse fuera y la necesito a mi lado.
- Por lo que vi en las fotografías estaba el símbolo de mi organización durante el robo, pero yo no tuve nada que ver en eso – se recarga sobre su escritorio.
- Lo sabemos – hablo – pero estamos aquí porque sabemos que en realidad fueron otros, el grupo insurgente situado en tus territorios – noto como se tensa.
- ¿Cómo saben ustedes de esto? – pregunta con el rostro serio.
- Yo lo sabía, señor, pero tiene una razón – habla Rateel, me mira y la dejo seguir – mi padre era parte del ejército, en uno de sus operativos se enteraron de los enemigos que tenían y fue así que supe de esa información.
- ¿Dónde se encuentra tu padre ahora? – cuestiona interesado.
- Tres metros bajo tierra – responde sombría.
- Quiero las cabezas de esos ineptos que osaron retarme y robarme – exijo.
- Esta es mi guerra, por lo tanto, mi problema ¿lo saben no? – esta vez nos acercamos ambos, cara a cara.
- Pisaron mis territorios, robaron mi mercancía, me retaron y firmaron con tu símbolo argumentando que son enemigos – me acerco más a él – creo que ahora también es mi guerra.
Nos miramos fijamente, ninguno cede y empiezo a maquinar un plan.
- Me los das en bandeja de oro o podemos acabar los dos con esta estupidez de una vez por todas – propongo y se da la vuelta para ir a su escritorio.
Lo considera y lo piensa mucho, puede interpretarse como si necesitara ayuda y resulta humillante para él. Especialmente porque esta guerra que libra es cuestión de orgullo, pero no la tiene fácil y por más que me joda mi orgullo yo tampoco.
No puedo darme el lujo de matar a ese grupo de mierda en su territorio porque puedo irme a otra guerra con la Yakuza y justo ahora, no es lo mejor.
- De acuerdo, así será – habla finalmente y yo sonrío.
Capítulo editado.
Besos en las nalgas, chao.
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Krovozhadnyy
AcciónLo dicen los adultos y por consecuencia nosotros: la vida es una montaña rusa. Por la momento estas yendo de fiesta con tus mejores amigos, y en un dos por tres estas en medio de una balacera sin saber que el destino te iba a hacer una pésima jugada...