Rateel Maddcro
Horas antes.
- Se está moviendo – Erick me avisa sentado frente la computadora.
- Avísame cuando se detenga – le implanté un rastreador sin que se diera cuenta, es del tamaño de un grano de arroz, así que no sintió cuando se lo inyecté.
He estado monitoreando sus movimientos desde hace días, ha estado en distintos lugares de la zona, nada realmente sospechoso, hasta ahora. Me preparo para seguirlo y voy a mi computadora para ver el punto rojo que se detiene enfrente de un almacén a 20 minutos del área.
Erick me avisará de cualquier cambio, sabe qué hacer. Voy con las chicas que están en la entrada de mi habitación y nos miramos entre todos comunicándonos en silencio. Ellas distraerán a mi escolta. Saben que, si en una hora no me comunico, deben llamar a Caleb; no tengo la menor idea de que pueda esperarme.
Tomo mi motocicleta y me voy a la dirección, una parte de mi está emocionada por saber que he atrapado al traidor y otra parte de mi se retuerce en la miseria ante la sensación de traición que me avasalla por la persona.
Llego al lugar y dejo mi motocicleta tirada a unos cuantos metros de la camioneta mal estacionada. La puerta del almacén está entreabierta y saco mi arma. Camino con cautela observando a todos lados y a quince metros se encuentra un hombre de espaldas vigilando algo, el lugar está casi cerrado, solo unas cuantas aberturas en las láminas permiten que la luz entre.
Me muevo con agilidad y en silencio entre las sombras para llegar desde atrás. Le rompo el cuello y escondo su cuerpo en la esquina. Me acerco al puesto que vigilaba y me percato de lo que ocurre: hay varios hombres reunidos en una sala donde se lleva a cabo un intercambio de armas. Intento identificar si son parte de nosotros, pero su inglés perfecto me indica que no lo son.
"Chicago está aquí".
El sonido de una detonación me hace girar en mi lugar para ver a varios hombres salir del segundo piso, dando inicio al tiroteo. Me resguardo detrás de unas cajas y maldigo, estoy sin apoyo y saco mi teléfono para pedir refuerzos, pero mi celular sale volando cuando lo tiran de una patada "se hizo lo que se pudo".
Pasa tiempo de estar disparando mi arma ante los hombres que vienen por mí, pero las balas se me terminan y logran atraparme entre cinco. Me arrastran hasta quedar en medio del lugar, en donde hay un hombre de espaldas a mí.
- Por fin te dejas atrapar, amor – se da la vuelta y lo identifico, Marcus McCall.
- El tipo con aires de grandeza por fin da la cara – se ríe de mis palabras.
- Como disfrutaré llenar esa boquita imprudente con mi polla – un escalofrío me recorre, pero no lo demuestro, no puedo mostrarme débil.
- ¿Quién fue? – sabe a qué me refiero, si moriré necesito el chisme completo.
- Te lo diré cuando lleguemos a tu nuevo hogar – se acerca con rapidez sin darme oportunidad de reaccionar y toma mi rostro – la reina está en mis manos, disfrutaré ver a tu rey volviéndose loco, ahora me perteneces.
- Yo jamás te perteneceré, no le pertenezco a nadie – logro sacar un pequeño explosivo y lo dejo caer – excepto a mi rey – digo siguiendo su juego.
Lo empujo y corro lejos de la explosión. La pequeña onda provoca que caiga al suelo rodando. Me repongo lista para huir, pero mi camino se ve obstaculizado por los esclavos de McCall. Saco mis navajas y corro hacia ellos, abro intestinos por aquí y por allá, el aire se impregna por el olor de la sangre y cuando acabo con el último hombre alguien me dispara.
Me resguardo detrás de una caja, no tengo balas y una idea viene a mi mente. Salgo de mi escondite y encajo mi navaja en el centro de su cabeza, salgo corriendo y la puerta se encuentra tan cerca de mí que ya puedo sentir el aire en mi rostro.
Unos pasos detrás de mí me alertan, corro lo más rápido que puedo, sin embargo, me veo en la necesidad de detenerme al sentir un impacto en la parte trasera de mi hombro. Reviso que ha sido y me doy cuenta que ha sido un dardo, un sedante.
Me giro para ver quien ha sido y noto que la porquería está haciendo efecto, porque me mareo enseguida. Me voy de rodillas al suelo al no poder mantener equilibrio y mi vista se torna borrosa; en un momento de claridad veo el rostro del desgraciado que me disparó.
Sus ojos me miran de regreso y mi interior arde en furia "lo sabía". Mi cuerpo queda laxo y cuando me doy cuenta, estoy tirada en el suelo.
- ¿Eiden? – digo al cerrar mis ojos, antes de quedar inconsciente escucho un peso caer a mi lado y una voz me hace estremecer.
- Tu y yo nos vamos a divertir mucho, amor – es lo último que escucho.
Capítulo editado.
Besos en las nalgas, chao.
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Krovozhadnyy
ActionLo dicen los adultos y por consecuencia nosotros: la vida es una montaña rusa. Por la momento estas yendo de fiesta con tus mejores amigos, y en un dos por tres estas en medio de una balacera sin saber que el destino te iba a hacer una pésima jugada...