CAPÍTULO 54. CELEBRACIÓN

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Caleb Jazub

Quería volver a Rusia cuanto antes, aún tengo cosas pendientes, tenía un traidor que cazar y matar. Sin embargo, mis planes de salir de aquí se vieron afectados debido a la terquedad de Alexander y la insistencia de la mujer de Nakamura.

Me enfundo en un traje negro, pedirlo aquí mismo fue un puto infierno, al parecer alguien con mis proporciones no es muy común por acá, me sentí orgulloso de mi 1.90. Estaba ansioso, he querido estar a solas con Rateel desde hace semanas, la oportunidad no se ha presentado, pero hoy haré que se presente.

Salgo de la habitación y la música suave inunda mis oídos mientras bajo las escaleras, es horario familiar, la verdadera diversión será después. Me acerco a los camareros para tomar una copa y recargo la espalda en la barra con la mirada puesta en las escaleras.

- ¿Esperas a alguien? – se atraviesa el rostro de Nakamura en mi vista.

- Observo el lugar – tomo de mi copa y ríe sin creerme – para ser honesto quiero largarme, ya terminaron los negocios aquí.

- Tranquilo, cuando la fiesta acabe y salgas de mi territorio todo terminará – se recarga a lado mío – escuché lo de Chicago.

- Todas las mafias del mundo están al tanto de la situación – giro mi rostro hacia él – esperan que me debilite e intentar atacarme, esto les servirá de ejemplo.

- Bien dicho – termina su trago y me da la espalda – cuando la señorita Maddcro esté lista quisiera hablar con ella.

Antes de irse, me mira sobre el hombro.

- No mates a mis hombres – me advierte.

Se va dejándome pensante ante lo último que mencionó "que estupidez".

Pero todo cobra sentido en cuanto la veo bajar por las escaleras. "Me lleva la jodida mierda, puta madre". Enfundada en un maldito vestido rojo, baja las escaleras con parsimonia, como si la muy desgraciada desfilara. Ahora lo entiendo, las miradas de varios hombres se posan en ella y la devoran con la mirada, no los culpo.

No puedes ignorar la pierna que sobresale del lateral de su vestido, difícilmente puedes ignorar el escote que provoca que sus senos se vean grandes y como el infierno que no se puede ignorar la tinta que adorna esa piel cremosa. ¿Cuándo mierda se tatuó? Es una pregunta jodidamente buena, más tarde lo averiguaré.

Sus labios cubiertos de tinta roja fueron lo primero en lo que mis ojos se fijaron y por lo que mi boca imploró, al igual que algo más. En cuanto terminó de bajar, un mesero con una sonrisa pendeja se le acercó para amablemente ofrecerle una copa. Tal vez amablemente después le saque los ojos luego de que le haya echado un vistazo a su escote. "Pendejo".

Sin percatarse de mi mirada, siguió su camino sin destino alguno. Cuando intenté acercarme, uno de los ancianos se me acercó para platicar sobre no sé qué mierda, mis ojos solo estaban enfocados en la diosa roja que hablaba con Tanyiro, el hermano de Nakamura.

No podía poner atención, no cuando la veía reírse de alguna estupidez y que permitiera ser acariciada por ese nalgas meadas. Tenía horas en este lugar y mi mal humor no ayudaba, todo empeoró cuando los vi largarse a la pista. Mi interior se encendió, odio que toquen lo que es malditamente mío.

Le di la espalda al vejete y me acerque a la pista. Me vi detenido por unos brazos delante de mí, Alexander tenía una sonrisa burlona en mi persona mientras que Eiden me veía con advertencia. La voz de Yahiko pidiéndome que no mate a nadie resuena en mi cabeza y considero qué tanto me odiaría si le mato a su hermano.

Una vuelta me hizo ver la espalda descubierta de Rateel, enseguida mi respiración se detuvo. Yahiko estaba de pie con su familia a un lado y agradecí en mi interior cuando la música se detuvo y, por consiguiente, que ellos dejaran de bailar.

- Esta noche celebramos la victoria, el fin de una guerra que teníamos durante años – elevó su copa y le seguimos el gesto – es por eso que, en este brindis, quiero agradecer a la alianza momentánea que se realizó hace unos días, la mafia rusa fue de gran ayuda en esto.

- Por el Boss, por el líder – las voces de los hombres resonaron por el lugar dando fin al horario familiar y se le dio paso al momento esperado.

Las luces bajaron, la música cambió a una más pesada y seductora, las mujeres entraron a la casa con poca ropa y los hombres comenzaron a ponerse eufóricos. En ningún momento despegué mi vista de Rateel, estaba de frente a mí y sus ojos me enfocaron al tiempo que Tanyiro se acercaba a su oído.

Me desafiaba con su mirada, el fuego en sus ojos me volvía loco y en cuanto sonrió, una explosión ocurrió. Se alejó en dirección a la escaleras siendo acompañada de ese imbécil. No, ni de coña dejaré que eso pase.

Camino rápidamente hacia ellos esquivando a las mujeres que intentan acercarse, no quiero estar con ninguna, no cuando tengo a una diosa en mi mira y cuando un pendejo cree que puede quitármela.

- Tanyiro – el mencionado me mira – ¿Qué pretendes?

- Acompaño a la señorita a su habitación, me mencionó que estos ambientes no son lo suyo – "ay si, que buen muchacho".

- Que amable, podrías recostarte en el suelo y dejar que pase sobre ti – ironizo – yo iré con ella, hay mujeres por todas partes, piérdete con una.

Se larga de mi vista y me enfoco en la demonio con cuerpo de diosa, me mira con picardía y avanza a las escaleras adelantándose un poco, solo aplazo un poco lo inevitable. ¿Qué puedo decir? Me gustan los juegos de cacería.

La sigo y apresura su paso cuando llega al piso donde se encuentran las habitaciones. Cuando entra a su cuarto, pongo mi pie antes de que cierre la puerta. La abro por completo de un empujón, ella retrocede enseguida, cierro la puerta de un portazo y pongo el seguro.

- ¿Qué se supone que haces? – retrocede mientras la acecho.

- Sabes bien lo que hago, lo que hacemos – la tomo del brazo y la empujo a la pared.

- ¿Qué piensas hacer? – su respiración se hace desastrosa cuando me acerco a ella pegando mi cuerpo.

- Follarte tan duro que las personas de allá abajo te escucharan gritar tan alto – muerdo el lóbulo de su oreja – que no sabrán si gritas de dolor o de placer.


Capítulo editado.

Aquí la cooperación para la silla de ruedas.

Besos en las nalgas, chao.


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KrovozhadnyyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora