CAPÍTULO 28. NOTICIAS

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Caleb Jazub

Preocupación. Es un sentimiento que todos los humanos llegamos a sentir en distintos momentos de la vida y también por diferentes motivos. Su sensación es asfixiante, un peso invisible en el pecho que no te deja tranquilo.

Es lo que percibo justo ahora, y la fuente de ello proviene de la mujer que viene a lado mío. Media hora de camino y no ha dicho una sola palabra desde que nos enteramos de la caída de New York. No necesito que me diga cómo se siente, su lenguaje corporal me lo dice todo.

Aunque internamente sienta mi ego jodido por la escena que presenció al verme en un estado débil, una parte de mi le agradece por no irse de mi lado.

- Cuatro años – tengo mis ojos en la carretera mientras hablo.

- ¿Cuatro años? – me contesta y de reojo la veo girar en su asiento.

- Tenía 4 años cuando tuvimos un accidente automovilístico – recordar los acontecimientos me hace tensar los músculos.

- ¿Tuvimos? – pregunta.

- Tenía una hermana, ese día mi padre y yo fuimos al hospital por mi madre, Alexander se quedó en casa haciendo un cartel de bienvenida – a mi memoria viene su rostro lleno de emoción por hacerlo, él tenía 3 años, no se hubiera visto bien.

>> Al salir del hospital pude ver a mi pequeña hermana, tenía 3 días de nacida. Estábamos a 20 minutos de llegar a casa, cuando impactaron la camioneta desde la parte de atrás, mi madre comenzó a gritar e intentó proteger a la bebé. Caímos unos pocos metros y en la caída perdí la consciencia.

>> Cuando desperté en el hospital, mi padre ya estaba a lado mío con unos cuantos golpes en el cuerpo. Mi hermana no sobrevivió al accidente – volteo a verla por un momento y ella lleva sus manos a la boca – era obvio que no sobreviviría, ni siquiera tenía un jodido mes en el mundo.

Termino con el relato y el silencio se instala en el auto.

- ¿Descubrieron quiénes fueron los culpables? – pregunta.

- Si, los torturaron por meses hasta que sus cuerpos no resistieron y murieron por ello – estoy a la espera de la pregunta estrella.

- ¿Por eso tienes ataques de pánico? – ahí está.

- Es algo que he tenido que afrontar yo solo, no puedo permitir que nadie lo sepa, ni siquiera mis padres – llegamos a la mansión y antes de que baje, la tomo de la muñeca – lo quiero decir es que...

- Nadie puede enterarse, tranquilo, ya te lo había dicho – se suelta de mi agarre y antes de cerrar la puerta se voltea a verme – tu secreto está a salvo conmigo – guiña un ojo y cierra la puerta.

Niego con la cabeza y me recargo en mi asiento "esta mujer va a joderme".

Entro a la mansión y escucho el ruido del televisor encendido, cosa extraña ya que es muy raro que alguien lo vea, pero en cuanto llego me percato el motivo. En el televisor están transmitiendo imágenes en vivo de lo que sucede en Estados Unidos, algunas calles están en desastre y hay muertes en distintos puntos de la ciudad.

Anuncian de un posible ataque terrorista, pero se trata de la mafia de Chicago marcando territorio "putos animales". Busco a Rateel por la habitación y la encuentro recargada en una columna viendo al suelo totalmente pálida. El sonido de su teléfono la saca de su trance y en cuanto ve el identificador el color regresa a su rostro.

- ¿Hola? – silencio – sí, también lo estoy viendo, saben que no estoy en Estados Unidos.

- ¿Cómo que lo saben? ¿con quién hablas? – pregunta Alexander a lo que ella levanta una mano para callarlo.

- Escucha amore – ¿a quién carajo le dice amor? – necesito que nunca se separen de los hombres que les dije – me tenso y ella se queda en silencio mientras cierra sus ojos – gracias, diles a las demás lo mismo y por favor cuídate, te quiero, adiós.

- ¿Quién carajo era y porqué saben de los hombres? – le pregunto.

- Alguien – me dice de regreso.

- Oh, yo pensaba que los perros hablaban, disculpa mi estupidez – hablo con sarcasmo.

- Te perdono – me responde y la asesino con la mirada, ella suspira – era Erick, quería saber si tenía conocimiento de New York, ¿contento?

- Estoy rebosando de felicidad – respondo irónico y salgo de la sala.

-&-

La mañana se ha ido en llamadas y reportes de la situación en Estados Unidos, mis malditos nervios se están yendo al carajo. Por si no fuera poco, tengo que cambiar las rutas de comercio para el tráfico de mis armas, se hacía una parada en las costas de Estados Unidos para después pasarlas por la frontera que conecta con México.

Claro que no debería hacer esto yo solo, Alexander es quien se supone debería ayudarme, pero no tengo la menor idea de en donde carajo se pudo haber metido "le cortaré las bolas cuando lo vea". Desde que llegamos a Rusia se pasa la mayor parte de su tiempo libre con Rateel y debería importarme un bledo, pero no lo hace, ella lo distrae y eso me molesta. Alguien abre la puerta sin avisar y me provoca un tic en el ojo

- Boss quería decirle...

- ¡¿Qué carajo quieres?! –le grito provocando que se ponga pálido "debe ser nuevo" – ¡lárgate de mi oficina!

Sale corriendo de mi oficina y apoyo mis antebrazos en el escritorio, la cabeza comienza a punzarme y mis hombros están tensos. El sonido de alguien abriendo la puerta me hace pensar en tomar mi arma y dispararle a la persona que se atrevió a entrar, pero descarto la idea en cuanto escucho su voz.

- ¿Qué pasó? Acabo de ver a uno de tus hombres irse corriendo pálido – levanto mi mirada y la miro queriendo que cierre su hermosa y apetitosa boca – creo que fue a vomitar y tú no te ves bien.

- ¿Dónde estabas? Tienes un puesto que cumplir – cuestiono malhumorado.

- Estaba haciendo un recorrido por la casa – rueda los ojos – vine a preguntarte si no has visto a Alexander – frunzo el ceño.

- Creí que estaba contigo – digo extrañado.

La puerta se abre nuevamente "¿ya nadie toca?".

- Acabo de recibir una noticia – dice Alexander y al ver a Rateel se detiene.

- ¿Ahora qué pasó? – me mira y luego ve a Rateel – es mi guardaespaldas, debe saber todo.

- Mañana llegarán los mellizos – carajo.

- ¿Mellizos? – pregunta Rateel con cautela y me mira – no sabía que tenías hijos.

- Mierda, no – digo con una mueca y Alexander ríe.

- Prácticamente son tus hijos, te haces cargo de ellos desde...

- Puedes cerrar la boca ahora sí, ¿por qué vienen ahora? – digo hastiado, no puedo con tanto al mismo tiempo.

- No lo sé, padre me lo acaba de decir, estuvimos toda la mañana fuera de casa – termina de decir y yo solo puedo pensar en que, si sigo así, terminaré pegándome un tiro.


Capítulo editado.

Besos en las nalgas, chao.


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KrovozhadnyyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora