Capítulo 79: Adiós Aaron

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Siente meses después

Tengo un dolor de espalda insoportable, esta niña tiene que pesar muchísimo porque no es normal.

―¿Cómo sigues mi amor? ―me pregunta James por teléfono.

―Pues la verdad que bastante aburrida, tengo ganas de que nazca ya nuestra pequeña y poder moverme sin temor y sobre todo con comodidad ―me río levemente.

―Ya queda menos, estás entrando en el noveno mes, en cualquier momento nace nuestra hermosa pequeña ―siento que emboza una sonrisa.

James ha estado insoportablemente atento y adorable conmigo, todo el rato me ha estado mimando y lo que quisiera me lo daba, ya lo hacía de antes, pero ahora multiplicado por cincuenta. Y sinceramente, no me ha disgustado nada, porque la verdad es que con las hormonas he estado todo el rato pidiendo tonterías.

Lo que más me ha costado convencerla ha sido que tuvieras relaciones sexuales salvajes, sobre todo al principio del embarazo, ya que temía hacerle daño al bebé. Ahora sí lo estamos haciendo con más cuidado, principalmente porque James no puede apoyarse en mí, sino aplastaría a la pequeña.

―Estoy muy cansada, no sabes el dolor que me causa esta grandullona ―digo mientras me levanto con cuidado y cojo el mando a distancia para encender la televisión. Mientras me voy hacia el frigorífico a coger un zumo.

―Nena, ¿quieres que llame a una mujer para que vaya a hacerte un masaje? ―me pregunta preocupado―. Quisiera dártelo yo mismo, pero esta noche voy a llegar algo tardo y no quiero que estés despierta hasta tan tarde.

―No hace falta, no te preocupes ―digo cogiendo el vaso y rellenándolo―. Lo que sí que me gustaría es que mañana fuésemos a mirar la cuna.

―¿Vamos a volver a lo mismo? ―me pregunta con un tono burlón.

―No me gusta esa cuna, parece muy endeble y no pega con el decorado de la habitación ―digo resoplando.

―Solo hay que ajustarle mejor los tornillos, y cuando lo haga ya podrás comprobar que estén bien sujetos ―me dice pero continúa―, de todas formas, compraremos otra, ¿te parece? Pero tenemos que tener otro bebé.

―Estás loco ―le digo.

―Por ti.

Miro hacia la televisión y me quedo congelada mirando las noticias. Cojo el mando lo más rápido posible y le subo el volumen.

―James escucha ―digo poniendo el teléfono en altavoz.

―El secuestrador de Alexa Evans, la esposa de James Evans, ha sido encontrado en su celda con las venas cortadas y colgado ―dice la reportera―. Se está estudiando la posibilidad de que fuese un ajuste de cuentas dentro de la cárcel o suicidio.

Veo las imágenes en la celda y hay sangre por todos lados pero lo que más me impresiona ha sido encontrar en la pared escrito con la misma una frase que va totalmente dirigida hacia mí; "Maldigo a tu hija".

Un escalofrío me recorre por toda la espalda.

Si creyera en las maldiciones y la magia, seguramente estaría acojonada. Aaron ya no está tampoco, así que ni siquiera tengo que temer por si algún día consigue escapar de la cárcel.

―Ha elegido un buen final ―dice James y me doy cuenta que estaba en llamada con él.

―Sí...

―Ya se han ido los tres, ya no nos van a molestar ―dice―. Estás a salvo, y vamos a tener una hija hermosa como su madre.

―Te amo mucho James ―le digo en un pequeño susurro―. Te espero después.

―Ya te he dicho que llego tarde y no quiero que me esperes ―me dice suspirando.

Deseo Incontrolable II [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora