ℭ𝔞𝔭𝔦́𝔱𝔲𝔩𝔬 39

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Las responsabilidades habían crecido conforme pasaba el tiempo, había dejado sus clases matutinas para dedicarle tiempo a la administración de los hospitales y así tener el resto del día para los bancos. Vladimir no había ni siquiera llamado, su enojo seguía, pero era algo que no le importaba en lo absoluto. Argos se pasaba cada medio día por su oficina, para almorzar ahí o para convencerla de salir por ahí un rato. Estaba intentando hacer espacio para todo, pero no podía mentirse a sí misma, habían instantes en que su deseo era quemar todo, desaparecer todo, incluyéndose.
Pero trataba de mantener en mente que lo hacía por Argos y su futuro, era sólo eso lo que importaba, y que por suerte todo estaba saliendo bien.

La mano contraria, de piel canela la sostenía firmemente de la parte baja de la espalda mientras la otra la acariciaba la mejilla al tiempo que la besaba. Argos había tomado su hora libre de la universidad para escabullirse junto al joven abogado, había encontrado una diversión única al hacer eso constantemente, para ponerle emoción a su vida, algo que Laurus jamás haría, porque ella jamás dejaría a un lado su oficina para correr riesgos.

—Te eché de menos

Daniel dijo obteniendo la risita de Argos.

—Nos vimos ayer

—Tenerte cerca es una adicción que se vuelve cada vez más complicado de controlar

El brillo en los ojos de la chica podían confirmar lo mucho que le gustaba ese tipo de palabras, palabras que Daniel solía decirle. Se abrazó a él.

Disfrutaba estar con él, ya fuera en la cama o conociendolo más. En esos momentos Laurus no existía, nada existía.

—También me gusta estar contigo

Confesó. Daniel la separó un poco de él para que lo mirara a los ojos.

—Tu lugar debería ser aquí conmigo

—Daniel...

Se quejó. Él suspiró cansado.

—Vamos a que te haga mía

La cargó y la llevó a su habitación.
Últimamente cuando se veían procuraban que no fuera cuando había personas en la casa, así que ni Ahmed se veía por ahí.

*

—¿Dónde te metiste ésta vez?

Leah, su amiga, preguntó, había notado que desaparecía casi todos los días.

—Siempre voy a ver a mi esposa

Se escuchaba tan convincente que nadie, ni la propia Laurus, dudaría de que esa era la verdad.

—¡Argos!

La tomó del brazo y se lo movió de un lado a otro.

—Preséntame a Laurus

—¡Claro que no! Es mía

—No voy a quitartela, pero quiero conocerla. Siempre fui su fan

Argos se rió de imaginar la cara de Laurus escuchando eso.

—Talvez un día

Leah la soltó un poco conforme, miró su reloj, su próxima clase estaba por iniciar.
Se alejó no sin antes decir:

—Esperaré por ese día, Argos von Haussen

El rubor cubrió el rostro de la futura doctora, nadie la llamaba por ese apellido, ni siquiera Laurus, era tan raro, pero de alguna forma se sentía bien.
Una leve sonrisa asaltó sus labios y no la pudo borrar por largo rato.
Al llegar a casa lo primero que hizo fue tomar su acostumbrada ducha, lavarse bien el cuerpo y ponerse de una vez la pijama, esperaba a Laurus siempre en su estudio, ya que últimamente pasaba primero por ahí para dejar su portafolio. Así que ya se encontraba en él cuando el automóvil de Laurus entró por el portón. Podía ver desde la ventana cómo se adentraba lentamente. Minutos después la veía abrir la puerta y tener esa misma expresión de siempre, ese cansancio que no podía disimular.

Tears In Your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora