ℭ𝔞𝔭𝔦́𝔱𝔲𝔩𝔬 40

113 9 72
                                    

—¡Te fuiste con ella! ¡Nosotros ya teníamos planes!

—¿Y qué querías que le dijera? ¡Es mi esposa! No iba a hacer un escándalo en plena universidad

—Y preferiste irte con ella ¿Para qué? ¿Para que te diera esa baratija?

Daniel señaló el nuevo anillo en la mano izquierda de Argos.

—¿Sabes cuánto cuesta éste maldito anillo?

—¡Yo puedo darte algo el doble de caro que eso!

—¡Pero no es lo que me den o no!

—¿Qué pasó con nosotros? Prometiste que ibas a dejarla, que ibas a estar conmigo y ahora resulta que no será así sólo porque te muestra migas de amor

—Sé qué dije, sé que falté a mi palabra. Pero ella es mi esposa y hay más cosas que me unen a ella

—¿Y ya? O sea que no estabas enamorada de mí

—No digas eso. Te quiero, pero...

—¿Pero qué? ¿"Pero Laurus von Haussen me dió un anillo mediocre y quiero estar con ella el resto de mi patética vida"?

—Sólo escúchate hablar. ¿Qué más, a parte de vernos todos los días y coger como putos conejos, quieres?

—A ti ¡Te quiero a ti!

—Ya me tienes. A pesar de todo me tienes, soy tuya, me entrego a ti cada maldito día, porque me gusta ¿No lo entiendes?

Argos apretó ligeramente la entrepierna de Daniel.

—Estoy aquí porque sólo tú me das lo que necesito, lo que quiero y deseo

Daniel la miró a los ojos.

—No quiero que uses tus anillos aquí, quiero poder ver tu cuerpo y que por un instante me pertenezca sólo a mí

Argos se miró la mano, los anillos que Laurus le había dado estaban ahí, por primera vez le pesó quitárselos, los guardó en su cartera, entonces miró al hombre frente a ella.

—Soy tuya

Daniel por fin sonrió y la besó, bastaron un par de besos para terminar desnudos en el piso, entregándose al otro, jadeando a causa del otro. Argos sólo cerraba los ojos, tratando de no pensar en nada más.
Y disfrutando el momento.

Daniel estaba sobre ella, jadeando en su oído, aún podía sentirlo dentro, estaba apunto de hablar cuando su teléfono sonó, estaba en algún lugar de la habitación.

—Permiteme un momento

Daniel se apartó, los fluidos recorrían las piernas de Argos. Tomó el teléfono viendo el nombre de Laurus en él, sintió sus mejillas helandose, seguramente del miedo, pero no tenía de otra más que responder.

—Hola, amor

El rostro de Daniel cambió drásticamente y Argos sólo rodó los ojos por eso.

—¿Dónde estás? Ya es tarde y no llegas

—Lo siento. Estoy con Leah y no he sentido el tiempo ¿Todo bien? Has llegado temprano

Quiero cenar contigo ¿Vas a tardar?

—En unos cuarenta y cinco minutos estaré allá

De acuerdo, te espero

La llamada terminó. Argos se quedó viendo la pantalla, pensando qué debía hacer en ese momento, se debatía entre repetir con Daniel o ir directo a casa.

Tears In Your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora