Campaña Negra

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Estaba saltando la cuerda a un lado de la piscina de mi casa, hace años mi padre colgó una canasta de básquetbol en una pared e hizo las líneas en el suelo porque él tenía la idea de que a mí me gustaría ese deporte, me dijo que podríamos poner una red en algún punto del patio pero mi madre nos mataría si arruinamos su bello jardín, así que me compró elementos para hacer ejercicio en casa. La canasta comenzaba a oxidarse, pero al menos el espacio me servía para hacer ejercicio, me había comprado unas alfombras para cubrir considerablemente una parte de este plano y todo para no lastimarme las rodillas al saltar sobre el cemento. 

En mi mente se repetía la escena del partido, del parqueo y de la cafetería una y otra vez. Incluso las porristas de la escuela me vieron llorar, qué maldita vergüenza. 

Aunque una fue bastante linda conmigo. Andrea me dijo que se llamaba Lily, su mejor amiga era la capitana y yo ya sabía quién era porque tengo ojos y me gustan las chicas. Es bastante bonita esa Daniela Calle. 

Pero por lo que he escuchado, también es difícil ser amiga de ella. Una florecita enfocada en nadie más que en sus estudios y las porristas, así la describió Andrea cuando nos estábamos yendo del lugar, me giré hacia la ventana para observarla, su amiga le decía algo y Daniela la miraba con seriedad, luego tomaba su teléfono desinteresada y en ese momento me giré porque hasta yo me incomodé. Pobres sus amigas.

Grace no me escribió ni ese día ni al siguiente, ni ahora.

Me acosté a dormir con la esperanza de que la entrenadora se haya retractado ante la idea de sacarme del equipo.

Y como casi siempre: estaba equivocada.

—Entrenadora Rossen, de verdad me disculpo muchísimo pero-

—Pero nada, Garzón. —Me contestó recostada en su silla reclinable sin levantar la vista de su periódico, tenía las piernas sobre su escritorio, no pude pasar por alto la enorme cruz de madera que tenía colgada en una de las paredes de su oficina, era muy grande. Casi sentía que se iba a caer. —Son las reglas. —

—Entrenadora Rossen, la necesitamos. —Insiste Andrea a mi lado, su pelo castaño estaba suelto y liso, porque no habría entrenamiento hoy. La entrenadora baja el periódico mostrándonos sus intimidantes ojos.

—Ramazinni, si usted piensa que sin... —Me mira de arriba hacia abajo, aprieto los puños y me trago los insultos que querían brotar de mi garganta. —Ella vamos a perder entonces dé el torneo por perdido, o tal vez. —Levantó el periódico de nuevo y plantó la vista en este, mi corazón comenzaba a bombear la sangre mucho más rápido. —Podría tener más determinación y entrenar más fuerte con el resto de sus compañeras, pero Garzón está completamente fuera del equipo, lo que hacen tiene consecuencias y las tienen que enfrentar. —Le contesta. La rabia se esparció por mi cuerpo tan rápido que de un momento a otro ya estaba caminando por los pasillos de la escuela sin Andrea, la cual seguro se quedó ofreciéndole mil cosas a la entrenadora. 

La campana sonó e inmediatamente los estudiantes comenzaron a salir de sus clases haciendo bastante ruido al hablar, tenía que esquivar a algunos porque quería llegar a mi clase de inglés avanzado a tiempo. Creo que era lo único que llevaba avanzado. Mitchie recibía esta clase conmigo así que no me sorprendió cuando comenzó a caminar a mi lado. 

—Hola Mitchie. —Le dije en cuanto me di cuenta, ella me devolvió el saludo, era una chica silenciosa pero parecía querer hablarme. 

—No es que quisiera incomodarte pero-

—No me dejó regresar. —Le conté, ella iba a decirme algo cuando la puerta a nuestra derecha se abrió abruptamente y de la clase del club de sistemas salía Daniela Calle con su teléfono pegado al oído y una expresión preocupada. Nos giramos a ver cómo se iba casi trotando en la otra dirección, no entendía por qué siempre tenía que tener ese uniforme. Parecía dividir a las personas de ella. Como su fuese intocable y me parecía ridículo. 

Solo Será Un MomentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora