¡DOS DÍAS!

605 48 15
                                    




—¡Daniela! ¡Ya! —Me gritó Poché.

Estaba drogadísima. Estaba bailando en medio de la pista de un bar sin tener idea de qué hora era, apenas podía equilibrarme, le di un sorbo al vaso de plástico que tenía en la mano. El tono de voz que Poché usó captó mi atención, por lo que me giré a verla.

Poché estaba vestida con un pantalón oscuro y una sudadera gris.

¿Qué no se supone estaba en casa?

—Amor. —La saludé intentando darle un beso, pero ella me empujó. Era inevitable rodar los ojos. Había bastante gente a nuestro alrededor pero estaba segura de que estaban igual o peor que yo.

—¡Dos días! —Gritó enojada, su mano voló al vaso rojo que tenía en las manos lanzándolo con fuerza hacia el suelo.

—¡Hey! ¡M-me iba a t-tomar esssso! —Le grité de regreso, mis palabras aletargadas. Sus cejas estaban juntas.

—¡Te dejé aquí hace dos días! ¡Se te mueve horrible la mandíbula!

Fruncí el ceño.

¿De qué hablaba?

¿Tuve una laguna mental?

Me toqué la quijada con una mano intentando sentir si se movía.

—¿¡Tu teléfono qué¡? —Preguntó enojada comenzando a hurgar en las bolsas de mi pantalón. —¿Qué pasa contigo? —Preguntó cuando notó que no lo tenía. Negaba con la cabeza y no me miraba a los ojos. Me tomó de la mano y comenzó a guiarme a través de la gente. Poché, la chica más tranquila que el mundo ha conocido me estaba llevando a través de un club nocturno.

«¿Dos días?»

No había forma de salirme de esta ni de evitar una pelea. En silencio la seguí.

Al abrir la puerta de la salida tuve que cerrar los ojos por el golpe de luz. Luis tenía ambos brazos sobre el techo del carro y recostaba su cabeza en ellos. Cuando me miró alzó la cabeza y las cejas se le juntaron un segundo y por un momento pensé en qué aspecto tendría si Poché me dejó aquí hace dos días. Poché abrió la puerta de pasajeros y entró, se hizo a un lado y cuando yo entré, me tropecé y caí sobre ella.

Me disculpé con rapidez mientras intentaba levantarme con la poca fuerza que mis brazos aún conservaban, pero me era imposible. Estaba entre los asientos y mis piernas estaban afuera.

—¡Hey! —Gritó Poché, escuché que abrió y cerró la puerta. No estoy segura de cuánto tiempo pasó, pero Poché me ayudó a levantarme y me recostó a lo largo del asiento, ella recostó mi cabeza en sus piernas y comenzamos a avanzar.

Ella miraba hacia afuera, su cabeza recostada en la ventana. Decepción en sus ojos. Tristeza. Enojo.

Era infeliz.

—Perdón. —Murmuré. Poché no me miró, solo cerró los ojos con fuerza. Esa fue la última imagen que vi antes de quedarme dormida.

∆∆∆∆∆

Tenía ardor en la nariz. Eso fue lo primero que pensé al despertar. Me quité las mantas que me cubrían al sentarme y comencé a notar el resto de síntomas. Me ardía el estómago, me sentía un poco mareada y me comenzó a estallar la cabeza.

Comencé a buscar mi teléfono por las sábanas de la cama cuando de pronto todo volvió a mi mente.

Yo drogada en El Santo Perdido, un bar que se estaba convirtiendo en mi favorito para fiestear.

Solo Será Un MomentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora