Nuestra Normalidad

654 56 23
                                    



El timbre sonó unos minutos después de que Calle se fuera de mi casa, supuse que había olvidado algo así que revisé rápidamente y sí, efectivamente había dejado su blusa blanca en el sillón de mi cuarto. El timbre sonó mientras bajaba las gradas una vez más.

—¡Poché! —Gritó mi madre pensando que no lo había escuchado. 

—¡Ya voy! —Le grité de regreso. Estaba abriendo la puerta, al mismo tiempo me dirijo hacia a mi madre diciéndole que seguro era Calle. 

Cuando me regreso solo logro captar que se abalanza sobre mí y presiona sus labios en los míos y... continúo el beso. 

Pero olía diferente. Estiro el cuello hacia atrás para verla. 

No era Calle.

—¿Grace? —Pregunté empujándola levemente lejos de mí. Miré hacia adentro con rapidez buscando a mi madre con la mirada pero afortunadamente no estaba metiendo su nariz en mis asuntos. La empujo hacia afuera y cierro la puerta detrás de mí. —¿Qué pasa? —Le pregunto acariciando mi propio brazo y manteniendo una distancia prudente entre nosotras, estaba bastante sorprendida, aparentemente también estaba... con la guardia baja. Sus orbes esmeralda me observaban  con intensidad. 

Ella también lo sabía.

—Quería verte. —Contesta con una sonrisa coqueta. Tenía atado el pelo rubio en un moño, estaba en shorts, no podía dejar de procesar el beso.

—Grace. —Insisto. —Sabes que no puedes estar aquí, mis padres están arriba.

—¿No es eso romántico?, tipo Romeo y Julieta. —Intenta bromear sonriendo de lado  pero mis interiores se estaban retorciendo, no entendía qué estaba pasando. Una risa sofocada y nerviosa fue mi única respuesta y eso me hizo sentir aún más estúpida.

De alguna forma sentía que estaba traicionando a Daniela.

—No pueden verme contigo.

—No lo harán. —Toma mi mano y la aprieta un poco. Intento apartarla pero la aprieta más fuerte. Sonrío nerviosamente, estoy congelada, no me dejaba ir y ese acto envió escalofríos a mi cuerpo como advertencia, tuve que haber dejado la puerta abierta. —No voy a lastimarte, Poché, nunca ha sido mi intención. —Me dice aligerando el agarre de mi mano. Parecía leer mis pensamientos. No podía decirle nada, todos esos meses de terapia no me sirvieron para confrontarla, sino para no buscarla. —Vamos a mi carro, tengo algo para ti, ya que no podremos estar juntas en tu cumpleaños. —Me dice con un tono despreocupado. No me muevo y ella me mira con irritación. —¿Qué?, ¿Sobre-pensando las cosas otra vez?

—Grace, te conozco. —Le digo mientras intento hacerme para atrás pero mi espalda topa con la puerta, mi sentido de advertencia me hace girar a ambos lados buscando estúpidamente algo de ayuda, pero solo estaban las paredes del porche de la casa. 

—¿Dices mucho mi nombre para creerte que estoy aquí? —Me pregunta sonriendo ampliamente mientras se acercaba, como si en este momento nada fuera de lo común estuviese pasando. Como si jamás me hubiese hecho daño. —No te hagas la que no quiere ahora, sigues contestando mis mensajes.

—Vagamente. —Agrego defendiéndome. Intento sacudir mi mano pero es inútil.  

Su sonrisa se distorsionaba un poco, como si estuviese conteniendo emociones. Siento que está a punto de hacer un movimiento del cual me arrepentiré. Ella miró a su mano apretando la mía, sus cejas se juntaron y regresó su intensidad hacia mí.

Era imposible no leerle los pensamientos. Sabía lo vulnerable que me tenía.

Ella se ríe. 

Y eso hace que por fin mi sangre comience a hervir justo cuando ella intenta acortar la distancia entre nosotras. Al contrario de lo que ella estaba pensando, la empujé.

Solo Será Un MomentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora