La Versión de Poché

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Después de avisarle a Daniela que vendría para cenar salí de el apartamento. Llegué a la casa de Luis al rededor del medio día lista para las vueltas locas. Él me abrió con algo de estrés en el aire y me pidió que lo esperara en la sala dos minutos.

—¿Así te vas a ir? —Me dijo al entrar a la habitación vestido con un traje formal. Me revisé. Mi suéter, una playera blanca, unos pantalones de lona bastante planchados y amplios.

—¿Qué? —Le pregunté ofendida. —Tú siempre te vistes demasiado y yo tengo este estilo.

El respiró profundo y salió de la habitación de nuevo. Me revisé en el espejo de la sala y no sentí que mi ropa estuviera mal, solo es un estilo diferente...

—Por favor, usa este blazer que se me encogió en la lavadora, incluso es del mismo color que tu suéter. —Habló Luis con rapidez al entrar de nuevo, extendía el blazer frente a mí y como ya quería irme solo le hice caso.

Hoy daríamos todas las vueltas legales para la empresa que queremos poner, la productora. Luis tenía un ánimo que me distraía de la espera por los documentos. Estábamos sentados en una sala de espera, en cualquier momento llamarían al nombre de Luis.

Luego de media hora comenzaba a desesperarme.

—¿Qué pasa princes? —Me dijo Luis sonriente y juguetón. —¿Nunca has hecho mandados en las instituciones del gobierno?, tú puro privado.

Me reí pero lo golpeé en el hombro y justo llamaron a su nombre, ambos pasamos.

Al rededor de la cuatro y media de la tarde ya habíamos terminado con las putas vueltas. Estaba muriéndome de hambre porque Luis insistió en que no nos tardaríamos mucho pero ya llevábamos demasiado. Tanto que mi teléfono se había descargado y lo único que quería hacer era llevar comida de la calle, desplomarme en mi sala y ver una película junto a una persona que se queda dormida a mitad de la película o que no me deja terminar de verla.

Luis había pedido un taxi y como nuestra rutina era que él me acompañaba a mi casa y luego se iba a la suya yo solo lo seguí adentro. Respiré profundo al entrar y recosté la cabeza contra el sillón.

—Al Cráter, el bar sobre la quinta por favor.

El conductor y yo contestamos al mismo tiempo.

—Muy bien joven.

—¿Qué?

Luis me miró confundido.

—¿No vamos a celebrar?

—Luis, estoy muerta.

—Por favor Poché, tienes como mil años rechazando mis salidas. —Me recriminó. —Y además hoy hicimos algo increíble para los pequeños de la universidad que soñaban con este día.

—Por dios, tenemos veinticuatro, no somos pequeños.

—¡Con más razón! —Me animó, el taxi no avanzaba prestándonos atención. —Por los viejos y nuevos tiempos, ¿No crees?

Apreté los labios indecisa, no sentía que fuera una buena idea salir de fiesta así de cansada como estaba. Decidí proponer un punto medio.

—Voy por dos tragos nada más. —Le dije. Luis hizo un movimiento victorioso con el puño y el taxista se rió comenzando a manejar hacia el lugar. —Pero escríbele a Daniela que llegaré un poco más tarde de las siete porque le dije que llegaría a cenar, no quiero que me espere si llego a tardarme.

Solo Será Un MomentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora