Preguntas

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íbamos en la parte trasera de mi camioneta mientras mi seguridad de la noche manejaba y su compañero iba de copiloto. Poché estaba en total silencio a mi lado a penas cubriéndose de los paparazzis mientras yo me cubría completamente con un suéter. Los flashes comenzaron a penas salimos del parqueo privado del lugar, los podía ver reflejándose en el suéter. Poché jadeó de sorpresa y la escuché agacharse en su sillón para recoger el suéter que le dieron a ella también.

—¿Esto te pasa siempre?, no recuerdo que fueran tan así. —Me preguntó una vez los chicos nos dijeran que no habían más paparazzi. Los postes de luz iluminaban por detrás de Poché a cada par de segundos y me encantaba el efecto que hacían sobre la capucha del suéter que tenía puesta. Se miraba misteriosa.

—Me pasa cuando doy mi ubicación con facilidad y aún más cuando saco música. 

—¿Te caen esta cantidad de parásitos?, ¿No es peligroso?

Recosté la cabeza hacia atrás y suspiré, un tipo de risa cansada se me escapó.

—Si pudiera evitarlos, lo haría. —Giré mi cabeza hacia ella, parecía tan curiosa como asustada. —Pero como artista que acaba de sacar un nuevo disco yo necesito que hablen, entonces durante un par de meses estaré filtrando mi ubicación.

—¿Por eso tienes dos guardias?

—¿Richard y Raymond? —Dije en tono animado. —Ellos son mis mejores amigos, por eso se vinieron con nosotras. —Bromeé, la verdad era que no lo eran. —¿Verdad RayRay? —Me acerqué entre los asientos de ellos y estiré los puños.

—No.

—No es cierto.

Ambos me chocaron el puño y los tres nos reímos. La verdad era que confiaba mucho en sus servicios, pero hasta allí. Poché frunció el entrecejo. 

—No contrataría a nadie más para cuidarme, esa es la verdad. —Le dije hablando con normalidad. 

—Total.

—Trabajamos con ella desde hace cuatro años. 

—¿No es muy difícil de cuidar? —Les preguntó Poché. —Porque a mí se me escapaba.

Mi risa fue una mezcla de vergüenza y gracia pero mezclada con la de ellos se difuminó.

—Sí que lo era, se enderezó con el tiempo. 

Poché miró hacia afuera, podía excusarse diciendo que estaba viendo la oscura playa que estábamos pasando. Ella quería ocultar su expresión y yo quería saber qué pensaba. Puse mi mano sobre la de ella y me incliné un poco hacia su lado, cuando se giró sus ojos se abrieron más y me dejaron observar que estaba dolida. Era hora de un cambio de tema.

—¿Y tú qué? —Le pregunté. Ella ladeó la cabeza un poco.

—¿Yo qué?

—¿Por qué no me has dicho dónde hay que dejarte?

Abrió un poco la boca con sorpresa y sus mejillas comenzaron a traicionarla. 

—Pensé que... contigo, yo, mi casa está en el-

—Estoy bromeando, no te dejaré escapar tan fácil. —La interrumpí con mi sonrisa coqueta haciendo de las mías.

—No quiero escapar.

Mi sonrisa coqueta flaqueó ante eso y ahora ella sonrió. Un burbujeo se asentó en mi estómago y me alejé pensando en qué pudo haberme hecho mal. Pero un par de segundos después reconocí el burbujeo como las tontas mariposas que siempre he sentido con ella. Hoy no pienso que son tontas.

Solo Será Un MomentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora