El Mensaje

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El último acorde resonó en el estudio y el aplauso del público se desbordó como una ola gigante, rompiendo contra el escenario. Hice una reverencia rápida, con el corazón latiendo con fuerza. No solo por la emoción de la actuación, sino porque por fin había terminado todo el plan promocional del álbum. Dos meses intensos de sesiones de fotos, entrevistas, presentaciones y viajes por varias ciudades, dos países, pero había valido la pena. Este álbum, mi bebé musical, ya estaba en el aire y la gente por fin podía escucharlo.

Mientras esperábamos alguna señal para bajarnos, mi banda me rodeó, sonreían de oreja a oreja.

—Sonó increíble. —exclamó Sam, el guitarrista, dejaba su instrumento a un lado de la batería. —¡El tour promocional terminó!

—¡Sí! —dije, riendo por su emoción. Tenía años de años trabajando con ellos. Esperábamos a que alguien fuera a bajarnos del escenario o que nos indicara qué hacer. —No puedo creer que ya esté todo hecho. Ahora el álbum es de ellos, es del mundo.

Claire, mi bajista, me dio un apretón en el hombro y dijo:

—Deberías estar orgullosa, Calle. Este álbum es increíble. Nosotros queríamos... —hizo una pausa, ellos se miraron entre ellos.

—¿Qué?

—¡Daniela! —Gritó Adriana detrás de mi. Tenía un iPad en una mano pero estaba apagado, solo lo tenía por inercia, ella estaba abajo del escenario así que caminé un poco hacia ella, mi banda me hizo el espacio. —Olvidaste el video para el programa, ¿Puedes venir un momento?, es tu trend, el baile.

Había subido contenido a mi antigua red social, era un baile tonto que grabé en el avión, se volvió viral porque tenía años sin usarlo para bailes tontos. Era normal ver comentarios y likes y notificaciones que casi explotaban mi celular, pero verlos de mis inicios me dio nostalgia. Miré a mi banda pidiéndoles disculpas pero ellos solo asintieron y se fueron caminando juntos hacia el camerino.

Jimmy y yo grabamos un tonto video bailando. Era de mis hosts favoritos y siempre me la pasaba muy bien en su show.

La energía del espectáculo aún vibraba en el aire para mí cuando terminamos de grabar el tonto baile. Las luces del estudio se apagaban lentamente a nuestro alrededor, dejando solo un resplandor tenue que iluminaba nuestro camino. Los técnicos me felicitaban o saludaban al pasar, y yo solo podía pensar en una cosa: Poché.

Cuando llegamos al camerino, abrí la puerta y me dejé caer en el sofá, respirando hondo por primera vez en lo que parecía ser una eternidad. El viaje promocional había sido agotador, pero la adrenalina me había mantenido en pie. Ahora, sin embargo, el cansancio comenzaba a asomarse, pero no importaba. Todo valía la pena.

—¿Te queríamos preguntar si querías salir con nosotros?, solo por terminar toda esta gran vuelta —preguntó Leo, el baterista, apoyándose en el marco de la puerta. —Vamos a celebrar en grande, como antes.

—Gracias, Leo, pero no esta vez. —dije, sonriendo con nostalgia—. Solo quiero tomar mi vuelo y volver a casa. Ya celebré suficiente aquí y con ustedes todo este mes.

Sí salí de fiesta. Nada en exceso.

—Entendemos —dijo Claire, con una sonrisa comprensiva y golpeando a Leo con el codo, el cual ahogó un quejido. —Dale un beso a Poché de nuestra parte.

—Lo haré —respondí, sintiendo una cálida ola de gratitud por mis amigos.

La maleta estaba lista en alguna parte de este edificio, esperándome. Mi vuelo de regreso a casa salía en un par de horas y no podía esperar para subirme a ese avión. Mi mente volaba hacia ella, hacia Poché. Ya quería escucharla quejarse de lo que hicieron sus estudiantes ahora, ya quería que me envolviera en sus brazos y me felicitara por todo lo que estaba logrando. Habían sido dos meses de llamadas y mensajes y vistas fugaces, dos meses de contar los días para volver a verla o de aprovechar las cortas horas que tenemos juntas, dos meses planeando el día perfecto.

Solo Será Un MomentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora