El Dolor

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Esa misma tarde me armé de valor y fui a la casa de Daniela. Johan ya no iba a acompañarme porque le pedí que no lo hiciera y con autorización de mi papá, pues no fue.

Me parqueé donde siempre y pensé en que tal vez esa sería la última vez que me parqueaba donde siempre. Mi mente creando los peores escenarios posibles, como siempre.

Eso tenía que cambiar.

Sacudí la cabeza y me bajé del auto. Caminé los veinte pasos que me separaban de la puerta de su casa y toqué el timbre. Tenía un café helado en una mano, en la otra tenía una limonada por si no se le antojaba el café helado, una vez me dijo que eran sus bebidas favoritas y las traje como ofrenda de paz. 

Su padre abrió la puerta, su playera era plana y blanca. Me desilusioné un poco, usualmente son chistosas. Pudo haberme animado. 

—Hola Poché. —Me saluda amablemente. —Daniela salió, lo siento mucho.

Su rostro hace una mueca de pena y siento mi desánimo expandiéndose.

—¿No le dijo a dónde iría? —Le pregunté con un poco de esperanza. Él negó con la cabeza y volví a desanimarme más. —Está bien, muchas gracias de todas formas. —Le dije. Él me sonrió apenado y se despidió. 

Estaba sentada en el lado del piloto. Había dejado tres llamadas perdidas en su buzón, Daniela no quería hablar conmigo o estaba ocupada. Mi intuición me decía que estaba ocupada así que comencé a pensar en dónde podría estar.

¿A dónde iría mi Dani cuando está herida?

Opción 1: con Lily.

No, siento que no quiere hablar con nadie sobre esto. 

No se me ocurría otra opción. Intenté repasar todas nuestras interacciones para encontrar una respuesta, algo que me diera un indicio hasta que recordé nuestro primer beso.

Puse el carro en marcha siguiendo mi intuición. 

∆∆∆∆∆

Estaba entrando en el local que tenía como logo un bate, yo llevaba el café helado en una mano y la limonada en la otra. Cuando llegué a la barra vi a Mario, recostó las manos en la barra cuando me vio.

—Hola Mario. —Le dije. Él me miraba fijamente sin ninguna expresión, como si Daniela le hubiese contado algo sobre nosotras y me preocupé. 

—Hola.

—¿Sabes dónde está Dani? —Pregunté. Él me juzgaba, parecía estar decidiendo entre si decirme o no, pero eso solo me indicó que sabía dónde estaba. Desencajó la mandíbula.

—Está en la puerta número tres. —Me contestó cortantemente. —Siento por la energía de Daniela que tú tienes que ver con su aparente estado emocional, pero a la vez siento que tú puedes arreglarlo con tu aparente aura.

—Eso intento. —Le contesté mientras él me pasaba el equipo de seguridad. Cuando entré a la habitación gris, mi mirada se dirigió a los vidrios rotos sobre la mesa y el piso. 

Eran demasiados.

Debió estar aquí por horas.

Mis ojos comenzaron a arder y ni si quiera había hablado con ella.

Daniela estaba en un rincón de la habitación con el pelo atado en un moño por lo bajo, me encantaba cómo le quedaba dividido el camino de el pelo cuando se hacía ese tipo de peinado, la hacía ver demasiado gomela. Tenía la cabeza recostada contra la pared y los ojos cerrados, el bate de madera estaba en el suelo frente a ella. Suponía que no me había escuchado, pero me paré en un vidrio y Daniela abrió los ojos siguiendo el ruido y los clavó en los míos. Me quedé enmudecida porque parecía tranquila, me sonrió levemente.

Solo Será Un MomentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora