Preocupaciones

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—¡Estuvo increíble! —María José caminaba de un lado al otro en la sala del consejo estudiantil, habíamos quedado de estar allí después de la renuncia de su entrenadora. Ella estaba eufórica.

—Lo sé, tal vez debería ser abogada. —Comenté al aire, su compañera Andrea me observaba analítica. Me bajé los lentes de sol que tenía en la cabeza para evitar que me analizara mejor.

—Es que cuando la interrumpiste, buenísimo. —Dijo María José sentándose a un lado de Andrea en el sillón, yo estaba recostada contra la máquina expendedora observándolas de frente. —No, usted lo hubiera hecho. —Me imitó con la mirada más seria que tenía, me tapé la boca para evitar que mi risa escapara. Luego regresé la mirada hacia Andrea la cual seguía analizándome.

Parecía a punto de hacerme un interrogatorio, me comenzaba a irritar.

—¿Qué tengo en la cara o por qué me miras así... Jessica? 

Confundí su nombre a propósito para jugar con ella. Garzón miró a su amiga y le movió el hombro.

—Andrea, ¿Por qué hiciste esto por nosotras? —Me preguntó colocando sus brazos cruzados sobre sus rodillas descubiertas, me reparé en el atuendo que tenía, unos jeans rotos un suéter holgado y unas zapatillas de deporte. Iba a hacerle un comentario digno de mí, pero vi en el ceño fruncido de Andrea que había una preocupación real.

—No importa. —Contesta Garzón por mí.

—Lo único que importa es que necesitan encontrar entrenadora nueva porque la directora se va a tardar mínimo de diez a quince días en conseguirles otra. —Caminé hacia la puerta con un gesto que indicaba mi despedida. 

—¿Cómo?, ¿Por qué tanto tiempo? —Pregunta Andrea arqueando la ceja suspicaz.

—Ah, perdón. —Le respondí deteniéndome frente a la puerta abierta y Andrea suavizó la mirada pero por dentro me reí. —Se me olvidaba que la directora desordenaría su perfecto itinerario para darles prioridad a ustedes por segunda vez esta semana. —Agregué con el tono más falso que pude y Andrea no dijo nada pero noté su molestia. —Tiene cosas más importantes que hacer, yo también así que adiós María José y... —Andrea pone un gesto de irritación que casi me hace reír.

—Andrea. —Murmura entre dientes.

—Eso. —Le sonrío ampliamente.

—¡Gracias! —Me dice María José con una sonrisa muy grande, también ha cubierto la cara de su amiga con sus manos y la ha empujado hacia otro lado para que evitar el contacto visual entre ambas. Me bajo los lentes un poco y le guiño el ojo. —¡Te debo una! —Escucho que grita antes de que cerrara la puerta y las dejara a solas. Sonreí internamente en todo el camino hacia mi clase de química.

Ya iba veinte minutos tarde.

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POCHÉ

—¿Y si le preguntamos a tu hermana? —Agregué a nuestra discusión. Andrea revisaba su teléfono en busca de contactos adultos. Ella se desesperó y se hundió más en la cama bloqueando su teléfono y dejándolo caer a un lado de ella.

—Mi hermana me va a mandar directito a comer-

—Ya entendí. —Copié su acción, solo que yo me cubrí los ojos con el antebrazo. —¿Y si le pedimos a la mamá de alguna amiga? —Andrea hizo una mueca de desagrado. Su teléfono vibró, lo revisó un segundo y lo dejó caer de nuevo.

—Me hubiese gustado tener una entrenadora real. —Contesta ella. Me senté en la cama y me giré a verla con una brillante idea.

—Consigamos a alguien solo para anotarle, tú nos entrenarás. —Propongo. Ella parece indecisa y sé que está maquinando todo tipo de posibilidades. —Le pedimos que asista a los entrenos y que esté en los partidos, será bueno para la persona porque ganará dinero y nosotros conseguiríamos que no nos boten del campeonato. —Su cabello rubio estaba amarrado en una cola alta y se rascaba la quijada pensándolo. Se sienta. Su teléfono vibró de nuevo.

Solo Será Un MomentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora