Lucia.
Otro día agotador.
Amo mi independencia, pero odio trabajar.
Mi grandote varias veces me ha dicho que no tengo que hacerlo, que es preferible que me concentre en estudiar; sé que sus intenciones son buenas y no lo hace para controlarme de ese modo, ni nada. De todas maneras, no puedo aceptarlo. No quiero ser una carga para él, ni que sienta que soy su responsabilidad.
Pero este trabajo no tiene muchas ventajas. Sobre todo cuando casi todos los días hay algún cliente acosando, fastidiando, o muy maleducado en general, con cualquiera de mis compañeras y conmigo misma.
Otra cosa que detesto es cuando tengo el turno de la noche y buena parte de la madrugada.
El reloj señala que son más de las dos y media de la mañana.
El día ha sido agotador, por lo que me permito tomar un cigarro para fumar. En el día han sido solo tres, y este serían cuatro. Para alguien que nunca ha visto este vicio como un refugio puede que parezca demasiado, pero cuando una está acostumbrada a fumar el triple, e incluso más durante veinticuatro horas, es muy poco. Creo que estoy avanzando bien.
Sobre todo teniendo en cuenta que desde que recibo esos mensajes, me siento más estresada que nunca.
Han sido pocos, ninguno muy significativo. Solo dicen: ¿Por qué no contestas? o algo como: ¿Me tienes miedo?
Lo que no se han detenido para nada son las llamadas. Lo más probable es que en menos de una hora reciba otra.
Camino unas cuantas cuadras antes de que reciba una llamada, el sonido me causa escalofríos, pero la hora no indica que sea una llamada de ese tipo. Son todos los días a las tres de la mañana, no antes.
Es Ethan.
—Hola, grandote.
—Hola, mi amor —oír su voz tiene un sabor agridulce, porque amo escucharlo, pero también lo echo mucho de menos—. Gracias por avisarme tu hora de salida.
Me prometí que sería mejor persona con él y eso estoy intentando. No era justo que lo siguiera castigando.
—No hay problema, grandote.
Las calles se sienten muy solitarias un martes a esta hora de la madrugada, pero de algún modo, no estoy asustada, sospecho que mi ángel de guarda anda por ahí.
—Gatita, no creo que este sea el mejor momento, pero de todas formas te lo voy a decir. Debes saberlo cuanto antes —me dice, usando ese tono serio que odio escuchar—. Estuve haciendo averiguaciones, y el tipo que te ha estado fastidiando, no puede ser Eddie. Aaron lo mandó a la escuela militar, y no tiene forma de comunicarse con el mundo por ahora.
Trago saliva.
Hace bastante que no escuchaba ese nombre, hubiera querido no tener que escucharlo nunca más. Y la verdad es que, aunque Ethan y yo no lo hayamos hablado, creo que tanto él como yo teníamos en mente que el hombre de las llamadas fuera Eddie.
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El Único Eclipse (HDP #1)
RomanceLa vida de Lucia Fernández no ha sido fácil; desde que nació, estuvo llena de desatenciones, de personas pasajeras entrando y saliendo de su entorno cercano, y de un Daniel Beckett que no se ha detenido con sus constantes insinuaciones y abusos haci...