Capítulo 49: Ducha fría

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La cremallera del vestido más que empapado no opone ningún tipo de resistencia cuando Ethan empieza a deshacerse de ella

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La cremallera del vestido más que empapado no opone ningún tipo de resistencia cuando Ethan empieza a deshacerse de ella. Yo me quedo quieta, esperando pacientemente a que termine de desnudarme, porque ahora mismo, no tengo fuerzas para mover un solo músculo.

Una vez la prenda se afloja, el grandote coge sus tirantes para bajarlos con una rapidez extraordinaria. Sus dedos rozan mi piel en los instantes en que debe desnudarla, y solo dejan de tocarla cuando agarra la tela, dejándola a un lado para que no estorbe más. Él suspira, tocándome, acariciándome como si nunca hubiera tenido esta oportunidad antes; es como si fuera la primera vez que sus dedos me tocan, a pesar de que prácticamente viven sobre mí.

—No debiste seguirme —susurra, con su vocecita ronca sonando amortiguada desde el rincón en mi cuello donde se encuentra escondido—. Estás temblando —el pobre parece genuinamente torturado por la idea de que algo pudiera pasarme debido a esta ducha fría.

—No pasa nada —intento tranquilizándolo acariciándole el cabello húmedo que se desliza con tanta facilidad entre mis dedos—. ¿Estás más tranquilo? —por lo menos yo, me siento mucho más calmada cuando estamos así, uno al lado del otro.

Mi sujetador se afloja cuando Ethan se encarga del broche. Una vez suelto, me quita la prenda de golpe para que le haga compañía al resto de mi ropa. Estar desnuda frente a él se ha vuelto algo tan común que ya no me genera ningún tipo de nervios tener aquellos ojitos azules viéndome atentamente. Hay veces, como ahora, en los que no tener puesta la ropa no significan momentos eróticos, más bien, son instantes de confianza, tranquilidad; una costumbre bonita establecida por una pareja.

—No —responde bajito, su susurro casi se ha vuelto inaudible, quiero insistir en el tema, pero empieza a dejar besos castos desde mi cuello hasta mi hombro, y como es de esperarse, se me olvida todo lo que estaba por decir—. ¿Puedes dejar de hacer tantas locuras?

—Depende de a lo que le llames locura.

—Seguirme hasta aquí fue una locura. Tatuarte esto... —deja besos alrededor de la zona con tinta, aquel tatuaje parece hacerlo sentir lleno de orgullo y de pánico al mismo tiempo—. También lo fue.

—Entonces, ya deberías estar acostumbrado.

Su reguero de besos alcanza mi mejilla antes de girarme entre sus brazos, siendo sus labios lo primero con lo que me encuentro. Ethan cobija mi rostro entre sus manos, moviéndome al ritmo de sus besos frenéticos, llenos de una cantidad de sentimientos que ni yo misma podría explicar. Parece estar desquitándose un poco en aquel contacto húmedo, y yo acepto encantada, esperando que con cada roce, choque, mordisco, pudiera relajarse lo suficiente como para salir del agua fría.

—Vas a terminar por volverme loco a mí también —dice, apenas despegándose de mí mientras habla. Una risita se me escapa, a pesar de su rostro lleno de una seriedad que no me gusta, la misma que es silenciada por nuevos besos que llegan y llegan; tomándome, invadiéndome, reclamándome casi por un no sé qué—. Me... —su lengua acaricia mi paladar, robándome un gemido—. Vuelves... —muerde mi labio inferior—. Loco.

El Único Eclipse (HDP #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora