Maldito.
Lo veo a lo lejos con su grupo de amigos. Algunos de ellos debieron ser los que me escribieron hoy por la tarde, ahora esos mensajes han pasado a ser el menor de mis problemas. Pienso bloquearlos y hacer lo posible por olvidarlos, pero no sin antes enfrentar al directo responsable.
Todos se callan cuando estoy tan cerca que mi presencia se hace evidente.
—Hola, zorrita.
—Te recomiendo que cuides la forma en que me hablas, Miguel. Mejor saca a tus amigos de aquí. Créeme que no te gustará que escuchen lo que tengo para decirte.
Está bien, de nada serviría defenderme y decir lo que en realidad pasó. Ni siquiera Andrés me creyó, no tiene sentido que lo hagan unos desconocidos. Lo que sí puedo hacer, es darle justo en ese débil ego masculino que se nota, trae encima.
Sus amigos abuchean un poco, aumentando la tensión en el ambiente que nosotros hemos creado.
Él se levanta, tomándome del brazo como puede para tirar de mí y darnos privacidad.
—Suéltame —me deshago de su agarre, no quiero que vuelva tocarme.
—¿Qué quieres? —pregunta, empujándome un poco contra la pared a mi espalda—. ¿Ya te arrepentiste por lo que me hiciste?
—¿Qué se supone que te hice, idiota? ¿Por qué no quise tener sexo contigo te ofendí?
—Me provocaste durante semanas, no te hagas la estúpida —toma mi rostro, inmovilizándome de repente—. Me pusiste duro todas las veces que me besabas y cada una de esas veces lo hiciste a propósito. Era lo que querías y después me salías con cualquier excusa.
—Ya te he dicho que me sueltes —le pego a su mano, sintiendo asco por lo que me dice y por su toque—. Puedes odiarme si quieres, y me la suda, Miguel. Allá tú con tu hipersensibilidad, no es mi problema. Lo que me molesta aquí es que mentiste, hiciste que tus amigos me escribieran, hablaste mal de mí con toda la escuela y todo porque no hice lo que el niño quería.
Me mira como si quisiera asesinarme.
—Te lo mereces, no es nada que no hayas hecho ya, zorrita.
—Ah, claro. Por supuesto, eso te duele más. Sabes que no hice nada contigo porque pensaba que eras un niño, incapaz de cumplir las expectativas de una mujer como yo, y mira, resultó que siempre fue así, eres un niño haciendo un berrinche porque no tiene lo que quiere. Estás bastante lejos de ser un hombre.
Miguel enfurece con mis palabras, coge mi cuello con brusquedad, estrellándome con rudeza contra la pared a mi espalda. Me duele, pero no me permito quejarme.
—Cállate —su agarre se afirma, aunque no tanto como para no dejarme respirar—. Estás agotando mi paciencia, puta.
—¿Tanto te jode que te haya dicho que no? Más te vale que les digas a todos la verdad, Miguel. O te juro que voy a decirle al mundo entero que eres un asco en la cama ¿A ver quién pierde?
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El Único Eclipse (HDP #1)
RomanceLa vida de Lucia Fernández no ha sido fácil; desde que nació, estuvo llena de desatenciones, de personas pasajeras entrando y saliendo de su entorno cercano, y de un Daniel Beckett que no se ha detenido con sus constantes insinuaciones y abusos haci...