Capítulo 37: Cicatrices

1.9K 138 47
                                    

Freddy no ha llorado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Freddy no ha llorado.

Nada, en lo absoluto. Es como si estuviera condenado a no poder sentir nada por la mujer que le dio la vida, y que de cierta forma, también se la quitó. Él tuvo que crecer más rápido que cualquiera para hacerse responsable de sus hermanos, porque su madre se había ido.

Catalina Echevarría. Casi cuarenta años, adicta a los hombres, a las compras, y a dejar a sus hijos cuando más la necesitaban. No la juzgo, pero tampoco culpo a Freddy por no poder llorar su muerte.

O mejor dicho, su asesinato.

Mi hermano sigue en aquel sillón, sin decir palabra siquiera, nosotros solo podemos acompañarlo y tratar de distraer a Key y Cam para que no se den cuenta de que algo va mal.

—Freds —mi voz sale en un susurro completamente débil—. ¿Necesitas algo?

Traga saliva, viéndome a los ojos por primera vez en toda la noche. 

—Mis hermanos. ¿Dónde están?

—Están en la casa de C. Pasarán la noche con su mamá, ¿Si? Tú sabes que a ellos les gusta estar con Laura, estarán felices. No tienes que preocuparte por ellos esta noche.

—Siempre tengo que preocuparme por ellos, Lu. Quiero verlos.

—Es que no puedes Freddy, ellos van a notar que hay algo mal si te ven. Está en todo tu rostro bonito. Si necesitas un tiempo...

—No necesito un tiempo, ni todo el tiempo del mundo hará que me hiera su muerte, Lucia. Sí, lamento la forma en que murió, pero no me duele, no me duele de la manera en que a un hijo le debe doler la muerte de su madre.

Me parece que él mismo se horroriza con sus palabras. Sus declaraciones escandalizarían a cualquier que no conociera la historia, ese caso no es el mío. Soy perfectamente consciente de que Catalina estaba bastante lejos de ser una buena madre.

—Puedo perdonarle lo que me hizo a mí. Pero cuando le hizo daño a mis hermanos... —su voz se corta mientras aprieta sus manos entre ellas, hasta que sus huesos truenan del disgusto—. Eso no se lo voy a perdonar, nunca.

Creo en el perdón.

Así como también pienso, que, algunas veces, está sumamente sobrevalorado. Es algo puro, bueno, una sanación para quién lo ofrece con sinceridad. Sin embargo, cuando es imposible de concretarlo, es mejor no forzarlo, porque lo imperdonable también existe, son aquellas cosas que incluso dudo, Dios pueda perdonar.

—Lo entiendo. No estás obligado a nada, Freddy. Estoy segura de que para ella es más que suficiente lo que haces por tus hermanos, lo que has hecho desde que nacieron; cuidarlos.

No obtengo nada, Freds no habla más, tampoco estoy segura si llora o si ya ha vuelto a ponerse la coraza de adulto que ha llevado desde siempre. Él sabe que es la cabeza de toda nuestra familia, y que si se derrumba, todos estamos perdidos.

El Único Eclipse (HDP #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora