Capítulo 56: Monstruo

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Intento secar mis lágrimas, ponerme mi ropa y con mis mangas limpiar la sangre que se ha acumulado en mi boca

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Intento secar mis lágrimas, ponerme mi ropa y con mis mangas limpiar la sangre que se ha acumulado en mi boca. Me da miedo que quien esté detrás de la puerta, sospeche lo que sucede, y aun así, tengo que abrir, porque ese timbre acaba de salvarme la vida.

Por un segundo, pienso que se trata de mamá. Grande es mi sorpresa cuando en su lugar, la encuentro a ella. No la he visto en muchos meses, supongo que es porque ambas hemos estado ocupadas.

—Hola, Lu —su sonrisa no llega a iluminar sus ojos, de hecho, se le ve sumamente triste—. ¿Has visto a C? Estoy algo preocupada, no se ha pasado por casa desde ayer.

Hago un esfuerzo por contestar, pero mi voz parece haberse ido de vacaciones, sin siquiera preguntar. Ella logra entender la situación aunque no he dicho una sola palabra, es así, lo sé por la forma en que su expresión cambia por completo, evidenciando su preocupación.

—¿Qué te pasó, linda? —trata de acercarse en vano, retrocedo, sin poder tolerar su contacto.

—Solo se cayó, Laura. No seas dramática —me estremezco al escucharlo hablar tan tranquilo, como si nada hubiera pasado.

Laura, como ella misma pidió que la llame, ya que detesta que le digan señora, se queda mirando a Daniel pasmada, casi reconozco cierta incredulidad en sus pensamientos, los cuales son evidentes a estas alturas.

Bajo la cabeza, avergonzada por la situación. Daniel está sin camisa, agitado y yo así, con la ropa arrugada y lágrimas de las cuales no me he podido deshacer. Ella podría pensar cualquier cosa.

—¿Dónde está Elena? —pregunta, siento su mirada sobre mí a pesar de estar hablando con Daniel.

—Salió.

Laura se muestra indignada.

—¿Y dejó a la niña sola contigo?

—¿Los años te han puesto más loca, no? Ella es como mi hija, por Dios, la conozco desde antes de que naciera. ¿Por qué no podría quedarse a solas conmigo?

—Tal vez, justamente porque le triplicas su edad y te andas paseando por todo el lugar sin camisa —ella no se deja amedrentar, nunca lo ha hecho, es una de las razones por las que la admiro tanto—. Ya no me sorprende nada viniendo de ti.

—¿Qué haces aquí todavía, entonces? ¿Quieres recordar viejos tiempos o qué?

—Ya te gustaría, infeliz —ella coge mi mano, arrastrándome hacia la salida—. Solo vine a preguntar por mi hijo, porque eso se supone que hacemos los padres, preocuparnos por ellos.

—Si en serio te preocupas por él, ¿Por qué no sabes dónde está?

Nunca se han llevado bien. Es otra prueba de lo perceptiva que puede llegar a ser esa mujer.

Carraspeo, esforzándome por hablar.

—Él pasó la noche con Freddy, hoy nos encontramos muy temprano todos en el hospital —ella se calma en cuanto me escucha, o eso quiero pensar—. Ahora debe de estar en el cementerio.

El Único Eclipse (HDP #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora