Capítulo 1: Lucifer

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—No te voy a pedir explicaciones, no quiero saber dónde estuviste, ni con quién —sus palabras son predecibles, ella prefiere seguir pensando que soy una niña ajena a todo pensamiento pecaminoso—

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—No te voy a pedir explicaciones, no quiero saber dónde estuviste, ni con quién —sus palabras son predecibles, ella prefiere seguir pensando que soy una niña ajena a todo pensamiento pecaminoso—. Eso sí, nada de llegar tarde, mucho menos salir a altas horas de la noche.

—Okay.

Muy probablemente mi mamá olvidará todo en unos minutos. Sé que no quiere pensar en las cosas que hago y con quién las hago.

Deduzco que ella no desea que cometa sus mismos errores, por lo mismo, no me enseña nada sobre ellos, simplemente ignora lo que pasa en mi vida como si eso la hiciera sentir mejor. Hace mucho tiempo me dejó de importar que tanto sepa de mí; si vivir dentro de su burbuja de fantasía la hace feliz, pues lo acepto.

—Últimamente solo me traes problemas, Lucia. No sé qué pasa contigo, ya no quiero que algo así se repita, ¿Me oyes? Ni esto, ni mucho menos golpear a una de tus compañeras otra vez.

¿Ahora es mi culpa?

Está bien, no soy una santa paloma. Debí por lo menos avisar que llegaría tarde a casa, pero no voy a aceptar la culpa por lo que le hice a esa niña. No me arrepiento, se lo merecía por andar insultando sin más.

—Está bien, sé que me equivoqué ayer, no debí llegar tan tarde. Ahora, no me voy a disculpar por el golpe que le di a esa chica —bebo un poco del té que me he preparado, aunque ya está frío después de esta discusión—. Tuve una buena razón.

Jamie, la que se llevó uno de los mejores derechazos que he dado en mi vida, siempre se la pasa insultando a medio mundo. A mí no me baja de zorra, y no es que me importe mucho, pero me lo ha dicho tantas veces que un día me cansé y la golpeé. No soy una persona violenta, sin embargo, la paciencia tampoco es lo mío.

Elena parece desesperada porque en vez de una hija le tocó un dolor de cabeza.

—¿Se puede saber por qué lo hiciste? —pregunta, sentándose a mi lado en la mesa—. ¿Siquiera hay una razón?

—Ahora ella sabe que si se vuelve a meter conmigo no me voy a quedar sentada. Me llamó perra muchas veces, Elena. Mira, mami, no quiero discutir sobre eso ahora, ¿Ya podemos desayunar en paz?

Elena se queja en voz baja. Se encuentra igual que yo; cansada de seguir con lo mismo cuando las dos sabemos que no importa que diga, no va a hacer que deje de pensar como pienso.

—Lo que yo te digo te entra por un oído y te sale por el otro. Dame el nombre de esa niña, si tengo tiempo en esta semana iré a hablar con el director para que no te siga molestando.

Eso ya no es necesario.

—Se llama Jamie Casimiro. Pero no te preocupes, le hice honor a su apellido.

—¿Qué? —pregunta sin entender a qué me refiero.

—La golpeé en el ojo y ahora no lo puede abrir —suelto una risa por primera vez en toda la mañana—. ¿Entiendes? Ahora casi mira.

El Único Eclipse (HDP #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora