Nunca me importó mucho el amor.
Nunca tuve miedo de el, nunca reparé en el. Pensaba que pasaría cuando tuviera que suceder, y ahora solo pienso que es una idea terrible si se trata de la persona equivocada.
Enfrente de mi casa, está él. La persona equivocada.
—Si vas a terminar con esto, pudiste decirme. Pudiste informarme de nuestra ruptura antes de besar a César —es lo primero que sale de su boca en cuanto me ve.
Trago saliva, inquieta. No me siento culpable en lo absoluto, ni un poco, pero eso no quiere decir que no entienda su molestia. Se ve más que enojado, parece herido, profundamente consternado por mis acciones y por mi silencio.
—¿No vas a decir nada?
—No tengo nada que decirte, Andrés —en realidad, son demasiadas las cosas por decir, solo que no me siento cómoda iniciando esta conversación—. Hablemos otro día, ¿Bien? Ahora estoy herida y probablemente diga algo que...
—¿Tú estás herida? ¡No me jodas, Lucia! —grita en mi cara, su rostro, apreciado por mí anteriormente, se enrojece como muestra de lo molesto que está. Nunca lo había visto así—. Fuiste tú la que desapareció sin decir motivo, la que ni siquiera se dignó a responderme las llamadas ni los mensajes. Tú besaste a mi mejor amigo.
Me toma de los hombros con firmeza, pegándome a su pecho tan de pronto que apenas puedo procesarlo, hace una especie de abrazo que no me lastima. Al estar así de cerca, noto como se han acumulado las lágrimas en sus ojos. Odio que me conmuevan, odio querer olvidar todo con tanta desesperación para envolverlo con mis brazos y piernas hasta que él decida soltarme.
—¿Qué hice para que me dejaras? —susurra, su aliento calienta mi rostro al chocar con él—. ¿Qué hice para que de pronto te dieras cuenta que mereces algo mejor de lo que yo puedo darte?
—Cualquier cosa es mejor que una mentira, Andrés. Ya sé lo que haces. Me enteré que...—me veía incapaz de repetirlo en voz alta, parecían ser demasiadas las veces en que esas palabras se escuchaban en mi cabeza—. Me mentiste, siempre. Incluso desde antes de que tuviéramos esto.
Ahora, su agarre se afirma, su boca se cierra. No tiene intención de hablar, de contarme detalles que los dos creemos necesarios, pero que aún no quiero escuchar. No estoy lista para oír explicación alguna, no estaba preparada para enfrentarlo, y no creo haberlo estado algún día.
—Vamos a mi casa.
Sigo a Andrés hasta su casa. Parece que no ve prudente hablar aquí, su mamá podría llegar en cualquier momento así que vamos arriba, hacia su habitación.
—Puedo explicarlo.
—No quiero escuchar explicaciones. No me sirven. Seguramente tenías una buena razón para hacer esto, aun así, eso no lo justifica, Andrés. En mi cabeza no suena menos terrible.
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El Único Eclipse (HDP #1)
RomanceLa vida de Lucia Fernández no ha sido fácil; desde que nació, estuvo llena de desatenciones, de personas pasajeras entrando y saliendo de su entorno cercano, y de un Daniel Beckett que no se ha detenido con sus constantes insinuaciones y abusos haci...