Capítulo 20: Una semana

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—Es tarde

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—Es tarde.

—Sí, lo siento. No lo pensé —asegura mientras su mirada se pierde por mi cuerpo, casi involuntariamente—. ¿Estabas durmiendo?

—Lo intentaba. ¿Pasa algo?

—Yo, eh... Lo siento, sé que no debí venir a esta hora, pero quería hablar.

Nunca lo he visto así, no es que esté nervioso, más bien parece enojado.

—¿Fue un día pesado? —termino por él, presintiendo que de eso se trata—. ¿Es eso de lo que quieres hablar?

No entiendo qué es lo que quiere, ni lo que pide, mucho menos la razón exacta por la que ha venido aquí, sobre todo a esta hora sin siquiera haber mandado un mensaje antes.

—Siéntate. ¿Quieres agua, jugo...?

—No, está bien. Gracias.

Tengo escalofríos cuando me siento al otro extremo del sofá. Aún así, parece estar demasiado cerca para mi propio bien.

Esto es ridículo, ni siquiera me ha tocado como para tener tantas sensaciones juntas. No hay justificación alguna para lo que me pasa con el grandote. Es solo mi cuerpo reaccionando a él, recordándome a cada segundo lo que podría suceder si bajo la guardia.

Con solo verlo un montón de pensamientos pecaminosos cruzan por mi mente. Las ganas de estar sobre sus muslos como la última vez crecen y crecen al igual que un globo que fomenta la humedad entre mis piernas. Ahora es lo que quisiera, acabar con este suplicio de una vez.

Hasta que otro tipo de pensamientos invade mi mente; él no parece haber venido por la esperanza de tener sexo o algo parecido. Luce desencajado, estresado. Su trabajo hoy debió ser realmente malo si está aquí a esta hora.

—¿Estás bien? Pareces triste.

—No estoy triste, gatita —gira el rostro, apoyando su mejilla en el respaldo del sillón—. Fue un día de mierda, es todo.

—Cuéntame.

Sus ojos parecen ser más cristalinos con cada segundo que pasamos así, viéndonos tan cerca y a la vez, tan lejos.

Ahora quisiera estar borracha, así tendría una excusa para poder abrazarlo.

—Hoy hubo un caso; encontramos a una mujer sin vida en un basurero. Estaba tirada ahí, como un maniquí roto —se masajea las sienes, notoriamente perturbado—. Llevaría muerta un par de días y la dejaron así, como si fuera cualquier trapo. No me malinterpretes, he visto cosas terribles y he tenido que acostumbrarme, pero a veces es demasiado.

—Debe ser difícil. Encontrarte con esas escenas casi a diario, seguramente es muy duro.

—Sí —afirma, con nuestros meñiques rozándose—. Aunque lo más difícil es soportar toda la ineptitud que hay dentro del sistema.

El Único Eclipse (HDP #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora