Prólogo

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—No —niego rápidamente, no puedo evitar sentirme asqueada por la idea de follar por primera vez en un coche—

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—No —niego rápidamente, no puedo evitar sentirme asqueada por la idea de follar por primera vez en un coche—. No quiero hacerlo hoy.

—¿No? ¿Cómo que no? 

Se desploma sobre mí, un quejido escapa de mis labios por lo pesado que es.

—Pues no. No, lo contrario del sí. Lo digo porque no tengo ganas. También puedo negar con la cabeza, significa lo mismo. Normalmente suele ser indicador de que la persona desea rechazar alguna acción u objeto de parte de otra persona; como ahora.

Miguel también se queja, aún escondido en mi cuello, parece como si no fuera capaz de parar a estas alturas. Ya tiene una erección descomunal que se me hace más y más incómoda con cada segundo que pasa pegada a mí.

—No te hagas la graciosa.

Retrocede un poco, sentándose en mis muslos, sin importarle si me está lastimando.

—Miguel —me esfuerzo por no perder la poca paciencia con la que nací—. ¿Crees que no pesas?

—Shh.

Estira el brazo para mover mi cabello a un lado, aprovecha la nueva línea de visión para que su mirada recorriera mi cuerpo

—Qué bonita eres —vuelve a decir—. Me vuelves loco.

—Me resulta un poco evidente. Quizás tocarme también te afectó el oído. Bájate ya. Me estás asfixiando.

—¿Me estás deteniendo ahora? ¿Por qué? Los dos ya estamos algo grandes para estos juegos, ¿No crees?

Respiro hondo para tranquilizarme y no darle un rodillazo en la entrepierna.

—No es que no quiera estar contigo también, pero no quiero que sea ahora.

Por la forma en que me mira después, sé que he reemplazado el deseo por ira y pura frustración.

—Eres increíble —no es un halago, al contrario, lo dice entre dientes a la vez que hace lo que le pido y regresa a su asiento en el auto—. ¿En serio me vas a dejar así?

No me deja contestar.

—Hemos salido tres veces, Lucia. ¡Tres! Te he tratado bien y hemos ido a lindos lugares, ¿Y aún así sigues con tu jueguito de mierda?

Alzo las cejas, sorprendida, e interesada por lo que tiene que decir.

—¿Se puede saber que te molesta?

—Eres tú la que me molesta —se pasa las manos por el rostro, frustrado—. ¿Cuál es el problema? ¿Te parece muy justo que estés calentándome y después te vayas como si nada?

—¿Cuál es el problema con que no quiera acostarme contigo ahora? Solo tengo un toque de queda que ya pasé, no quiero que se me haga más tarde. Lo lamento, pero si tú sueles hacer las cosas rápido y mal, yo no.

El Único Eclipse (HDP #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora