Lucia.
—¿Tu hombro está bien?
—Perfectamente.
—¿Segura?
—Segura.
Esta vez, besa mi frente. La dulzura de su gesto me sobrecoge. Es como si tuviera la habilidad de estrujar mi corazón sin tener la necesidad de tocarlo. Mi pecho duele como síntoma de los efectos de sus encantos.
—Bien.
Sin entender su propósito, me quedo quieta, esperando sus instrucciones.
—Tienes una boquita preciosa. Voy a usarla hoy hasta cansarme, para que lo sepas.
Estoy por arrodillarme y cumplir todas sus exigencias.
—El vestido es bonito. Quítatelo antes de que lo haga yo y lo rompa.
Trago saliva.
Nerviosa, obedezco. Busco el borde de mi vestido y con algo de complicaciones, me lo quito por la cabeza. La brisa que se cuela por la ventana eriza mi piel, o tal vez se deba ante su atenta mirada, que se aprovecha de que mi ropa interior no cubre mucho.
Ethan me devora con la mirada, sus bonitos ojos azules recorren mi cuerpo semidesnudo. Agradezco haberme puesto un buen conjunto de ropa interior para que me encuentre bonita. Aunque no importa mucho, Ethan se encarga de que en menos de siete segundos, este par de prendas se encuentren en el suelo.
Me rodea, yendo a mi espalda. Seguro que tiene una buena vista de mi culo en este instante.
—No conozco a una mujer en esta tierra más hermosa que tú.
Claro, para él. Y eso me basta. Solo quiero que me mire mi grandote.
Ethan sostiene mi cabello, enrollándolo en su mano. Jala, sacándome un quejido de sorpresa y dolor, antes de que me aplaste contra la pared. Jadeo, sorprendida.
—¿Sabes lo celoso que estaba?
—Me di cuenta, grandote.
Jala mi cabello más fuerte. Inmovilizándome contra la pared.
—De solo imaginarte así, con ese tipo, me revienta la cabeza —agrega, metiendo una de sus rodillas entre las mías para abrir mis piernas—. Quiero que sepa que ahora eres mía.
No debería gustarme lo posesivo que es, pero lo hace. Siento que mis piernas son de gelatina en este momento, y ni siquiera me ha tocado. Es vergonzoso lo húmeda que estoy solo con sus palabras y sus besos.
Ethan se inclina, acariciándome el cuello con sus labios en cuanto se encuentra con mi piel. Sus manos tampoco pierden el tiempo, toca el interior de mi muslo hasta llegar a acariciar mi entrepierna.
—Tu coño está empapado, como siempre para mí —gruñe.
No me controlo cuando me habla de esa forma.
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El Único Eclipse (HDP #1)
Lãng mạnLa vida de Lucia Fernández no ha sido fácil; desde que nació, estuvo llena de desatenciones, de personas pasajeras entrando y saliendo de su entorno cercano, y de un Daniel Beckett que no se ha detenido con sus constantes insinuaciones y abusos haci...