Richard.
Suelo ser callado.
Cuando más expreso lo que siento, son los momentos en lo que estoy a solas con María; mi guitarra. Sin embargo, he aprendido que mis manos pueden ayudarme a expresar lo que siento sin necesidad de tocar a mi fiel compañera. En estos meses, he sido con el saco de boxeo todo lo contrario a como soy con María. A uno lo golpeo hasta lastimarme los nudillos, y a otra la toco con delicadeza, a pesar de que las yemas de mis dedos terminen heridas.
Mis mechones de cabello se escapan de la especie de coleta que me había hecho. En el ring, los golpes que nos damos entre Freddy y yo producen un sonido seco, demostrándonos que incluso en las tareas agresivas, hay música.
Nosotros no somos suaves, no hay necesidad, ambos sabemos defendernos. Siempre ha sido así, aunque nuestros golpes han sido hasta cierta forma medidos. Es lo extraño de ahora, al principio, Freds trató de contenerse, actualmente, dudo mucho que lo esté haciendo.
No tengo problema, la muerte de su mamá le afectó, yo más que nadie sé lo que se siente. Así que si no quiere hablar, si desea solo desquitarse de la manera que sea, que lo haga.
A los pocos minutos de empezada la pelea, recibo un fuerte golpe en el estómago que evita que el proceso de mi respiración continúe con normalidad.
—Lo siento —se disculpa, agitado y lleno de sudor—. ¿Estás bien?
Asiento, inclinándome un poco por el dolor.
César interviene, subiéndose con nosotros.
—¿Tú estás bien?
Por un segundo, llego a pensar que me lo pregunta a mí.
Freds no responde, solo estira los brazos para que C le ayude a quitarse los guantes de box.
—¿Sabes que podemos hablar de lo que quieras, cuando quieras? —él murmura, mientras se deshace de los guantes de nuestro amigo. Incluso a unos pocos metros de distancia, puedo ver a Freddy esquivar el contacto visual, todo su lenguaje corporal gritando sus deseos internos por huir—. Te quiero.
—Y yo te amo —palmea su mejilla como gesto de cariño—. Voy a ducharme, ahora vuelvo.
De un salto, Freddy sale del cuadrilátero en que habíamos luchado. Dejándonos a C y a mí con un montón de preocupaciones en la cabeza.
—¿Estará bien? —él cuestiona, buscando en mí la serenidad que ahora mismo necesita; mis amigos siempre hacen eso.
Ellos piensan que normalmente soy incapaz de tener emociones intensas, cuando en realidad las tengo, solo que ya no me importan en lo absoluto. Excepto cuando se trata de ellos, la preocupación por mi única familia es algo que todavía no he aprendido a controlar.
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El Único Eclipse (HDP #1)
RomanceLa vida de Lucia Fernández no ha sido fácil; desde que nació, estuvo llena de desatenciones, de personas pasajeras entrando y saliendo de su entorno cercano, y de un Daniel Beckett que no se ha detenido con sus constantes insinuaciones y abusos haci...