Ethan.
Me gusta mirarla, incluso desde lejos. Cuando ella está haciendo cualquier otra cosa, ajena a mi mirada.
Ahora, estamos en casa de uno de mis compañeros de trabajo. Ella accedió a acompañarme, por mucho que no le gusten los policías, fue capaz de meterse a un lugar lleno de ellos. Incluso, parece divertirse cuando una amiga dice algo capaz de hacerla reír.
—Esa carita que tienes, Ethan —dice Noah, sentándose a mi lado, él sigue mi mirada hasta el interior de la casa, donde está mi gatita en este momento—. Es una chica muy hermosa.
—Sí que lo es.
Hoy lleva un vestido de flores, es una prenda muy linda, la hace lucir tierna. Ha dejado su cabello largo suelto, sus ondas castañas me piden ser acariciadas, al igual que esa piel tan suave que tiene, que siempre me muero por tocar, por besar.
Lu se encuentra con mi mirada. Sonríe al descubrir que apenas he podido dejar de mirarla en toda la tarde, ni siquiera cuando estamos juntos puedo ocupar mis pensamientos en otra cosa que no sea ella. Es cierto que a veces consigo distraerme, pero nunca por demasiado tiempo. Lucia se ha vuelto parte importante de mi vida, y eso, aunque me gusta, porque es mía, también me asusta, porque no siempre lo será.
Parece decirle algo a unas compañeras antes de caminar hacia el jardín, hacia mí. Justo donde la quiero, donde la necesito.
Cruza la puerta, viéndome desde el umbral. Su labio inferior es torturado por ella un segundo antes de que me alcanzara, sentándose en mi regazo como siempre, y provocándome más que cualquier otro día con su peso sobre mis muslos. No es que siempre esté pensando en sexo, tal vez un poco sí, pero resulta ser completamente su culpa, nunca me ha gustado tanto nadie en toda mi vida.
Decido esconder mi rostro en su cuello, inhalo su aroma rico como si pudiera sobrevivir solo con su perfume.
—Ya, los dejo. No soporto tanta miel —Lucia ríe ante las palabras de Noah, que cumple con lo dicho—. Cuídalo, Lu.
—Por supuesto —responde ella, moviéndose sobre mí, arrancándome un suspiro, y ganándose un beso en el cuello.
Una vez a solas, con la brisa propia del atardecer acogiéndonos, Lu mueve sus brazos detrás de mi cuello, buscando encontrarse con mis labios. Y lo hace, y los besa. Sus besos suaves en mi boca me demuestran que no soy el único que se muere por besarla cada vez que la veo. Ella también, quiero creer, debe desearme.
Tengo libre acceso a su cuerpo, Lu me deja tocarla sobre el vestido, y dentro de el. Acaricio el interior de su muslo antes de soltar su preciosa boca, dejando besitos castos por toda su mejilla.
—¿Cuándo nos iremos? —pregunta, buscando la mejor posición para acomodarse en mi pecho
—No sé, mi amor. ¿Ya quieres irte?
ESTÁS LEYENDO
El Único Eclipse (HDP #1)
RomanceLa vida de Lucia Fernández no ha sido fácil; desde que nació, estuvo llena de desatenciones, de personas pasajeras entrando y saliendo de su entorno cercano, y de un Daniel Beckett que no se ha detenido con sus constantes insinuaciones y abusos haci...