He aprendido que le gusta tenerme ahí, a su lado. Siempre me abraza por la espalda y juega con sus dedos debajo de mi camiseta mientras intento descansar. Deja besos castos en mi cuello a cada minuto, todos los días que hemos estado juntos.
—No quiero arruinarlo —me confiesa en algún momento, abrazándome con la fuerza necesaria para que mi espalda quede completamente pegada a su pecho—. Siempre lo hago, Lucy. Siempre arruino todo. Pero no soportaría que eso me pase contigo.
Sus palabras me sorprenden, me conmueven. Están llenas de sinceridad, de pesar y de una pequeña angustia apenas percibida. Está asustado, como yo, solo que su miedo parece ser mucho más intenso, mucho más complejo de lo que es el mío.
Trato de encontrar las palabras adecuadas, sumergiéndome en el momento.
—No pienses así. Cometes errores igual que yo, igual que todos. Eso no te hace una mala persona.
Sonríe, pero no de felicidad. Hay cierta burla en su sonrisa, casi parece que dije la cosa más inocente del mundo. Era la forma en que me miraba mi mamá cuando le pedía que me llevara al castillo de la Bella y la Bestia.
—No quiero sacarte de tu equivocación. No quiero asustarte.
—¿Por qué dices eso?
Su brazo se tensa a mi alrededor.
—Porque es así, Lucy. Siempre destruyo todo. No quiero que eso nos pase a nosotros, no puedo perderte a ti, ¿Lo entiendes?
—Yo tampoco quiero perderte —hago que nuestras narices se rocen continuamente con cariño, con anhelo—. No dejemos que pase, ¿Bien? No vamos a dejar que suceda. Tranquilo
Apenas termino de hablar tengo su boca encima de la mía, con sus labios moviéndose, tomando algo de mí que parece apreciar, desear con locura.
Me gusta esto. No quiero hacerme pasar por una paloma blanca, porque no lo soy. Él tuvo razón el otro día, puedo coquetear con un chico un minuto e ignorarlo al siguiente; no soy ajena al gusto que alguno pueda sentir por mí, y aunque no los engaño, ni les miento, debo de admitir qué sí que hay veces en las que me he pasado un poco. Han sido solo experiencias pasajeras, sin ningún sentido más que complacerme a mí misma.
Con algunos solo hubo besos, y quizás unas cuantas caricias bastante descaradas, por la noche en algún club clandestino. Con otros salí un poco más, a cenar, a pasear, al cine; creo que el máximo de citas que tuve fueron tres o un número cercano. Con ninguno de ellos tuve la mínima consideración al terminar con lo que sea que se diera entre nosotros, pero con Andrés es diferente. Yo tampoco puedo perderlo, siempre lo recordaré como el niño que jugaba conmigo y que reparaba las muñecas que terminaba dañando.
Lo quiero, probablemente más de lo que debería.
Sus caricias... Dios, sus caricias son todo un espectáculo propio de apreciar. Sus dedos se han colado en la tela de mi camiseta, suspiro en medio de nuestros besos gracias a su calidez, a lo bien que se sienten sobre mi cuerpo. Descubro que me gusta ser tocada por él, y quiero averiguar qué tanto, qué tan lejos puedo llegar con el hombre que ha sido protagonista de muchas de mis fantasías.
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El Único Eclipse (HDP #1)
RomanceLa vida de Lucia Fernández no ha sido fácil; desde que nació, estuvo llena de desatenciones, de personas pasajeras entrando y saliendo de su entorno cercano, y de un Daniel Beckett que no se ha detenido con sus constantes insinuaciones y abusos haci...