Capítulo 57: Sobrevivir

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—A veces no entiendo por qué tu madre dice que eres tan inteligente, bebita —señala, dándome el golpe final—

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—A veces no entiendo por qué tu madre dice que eres tan inteligente, bebita —señala, dándome el golpe final—. Será que te copiaste en todos tus exámenes, porque por lo menos a mí, te me haces sumamente tonta.

—Dani, por favor —me doy cuenta que hay lágrimas inundando sus ojos en cuanto gira su rostro para verlo a él, yo en cambio, solo puedo mirarla a ella—. Déjanos a solas un segundo, te lo pido.

Aunque tardan, las piezas del rompecabezas encajan una a una en mi cabeza, dándome la imagen final, la desgarradora verdad de la que tanto he huido.

Las veces que lo sospeché, me recriminé por ser tan desconfiada con la mujer que me dio la vida. Ahora me doy cuenta, que Daniel tiene razón, soy una tonta, porque a pesar de las pruebas frente a mí, me hice la ciega.

Incluso, todavía una parte de mí, sigue esperando que lo niegue todo.

Porque es mi mamá; mi familia, la persona a la que yo más amo. Ella no me traicionaría así.

No, no lo haría.

Le tiene miedo a Daniel, eso es todo. Está esperando a que nos deje a solas para escapar, es eso.

Tiene que ser eso.

—Bien —contesta él después de pensarlo por un rato—. Que sea poco tiempo, ya me cansé de esperarla.

—Sí, sí, Dani, te lo juro. Solo será un momento.

Él sube las escaleras, sus pesados pasos retumban en mis oídos, suenan cada vez más bajos, hasta que desaparecen, perdiéndose en este infierno.

—Mi niña...

Se acerca, abrazándome con todas sus fuerzas, llorando sobre mi hombro como una pequeña niña, la cual acaba de perder a una de sus muñecas preferidas. Nunca me había abrazado de esa forma, por lo que no pude resistirme a corresponderle aquel abrazo por el que he estado esperando toda mi vida.

—Estás asustada —asegura en un susurro, acariciándome el cabello con una dulzura que pocas veces obtengo de ella.

Asiento con la cabeza, abrazándola aun con más fuerza.

—Yo también estaba asustada, pero era mucho más joven que tú cuando pasó —su confesión me deja helada, porque al instante entiendo perfectamente bien a que se refiere—. Tenía doce años la primera vez que... —su voz se corta, intento mirarla, se me hace imposible ya que no me suelta, ni afloja su fuerza—. Fue mi abuelo, y la primera vez que pasó lo que pasó, pensé que no lo soportaría, que era lo peor que podía pasarme en la vida. Después, poco a poco, me fui haciendo a la idea de que mientras más me quejaba, peor me iba.

El Único Eclipse (HDP #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora